El film rescata los valores de la democracia en Venezuela
En el marco de su programa "Arte en la Calle", Cultura Chacao ofrecerá una función de Cine Móvil Popular hoy, a las 6:30 p.m., en la Plaza Los Palos Grandes. Allí será proyectado el documental Rómulo Betancourt.
Con guión y dirección de Álvaro Pérez Betancourt, esta cinta gira en torno a la importancia de la democracia en América Latina, y el papel que ejerció el ex presidente para alcanzarla en Venezuela, con su triunfo electoral en 1958.
El documental revive en imágenes a lo largo de sus 45 minutos de duración, el cogobierno de Betancourt con partidos opositores, la relación permanente con diversos grupos sociales organizados, el control militar ejercido, y la atención prioritaria a la salud y a la educación, por los que en la actualidad es considerado como el "padre de la democracia venezolana". La entrada es libre.
LA CULTURA SE QUEDA SIN DIVISAS
La importación de textos implica una serie de largos y engorrosos trámites
Ir a una librería y preguntar al encargado por un libro recientemente publicado en el mundo se ha convertido en obtener como respuesta que el título no se encuentra disponible y que no saben si eventualmente lo estará. Esta situación, más que familiar para los amantes de la literatura en Venezuela, da cuenta de que la movida editorial nacional vive una suerte de letargo que pareciera poco a poco aislar al país de lo que ocurre en los diversos epicentros de producción de textos de toda índole.
Iván Diéguez Vázquez, presidente de la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), reconoce que algo que no ha colaborado con la situación son lo cada vez más engorrosos trámites para la actividad de importación de libros. Si bien acepta que gremialmente "estamos dentro del listado de bienes prioritarios", los libros viven una realidad más parecida a un limbo burocrático, cuyo símbolo más representativo es el indispensable "certificado de no producción o producción insuficiente" que se pide para traer libros importados al país con divisas de Cadivi.
"A los que más perjudica el tema de la certificación es el tema de las novedades", afirma sin dudarlo Diéguez. Lo secunda en su opinión Rodnei Cáceres, quien está a cargo de la librería Alejandría.
"Vivimos en tiempos globalizados y la gente se entera de que un libro se publica casi en el mismo instante que pasa. Apenas un título sale en España mucha gente llama a la librería para preguntar cuándo va estar en nuestros anaqueles, y le tenemos que decir, generalmente, que no lo sabemos", cuenta Cáceres.
Esta realidad, que vive día a día Cáceres desde el mostrador, termina generando un sentimiento de frustración en el cliente/lector. "Son cada vez menos las cosas que nos llegan y menos los libros que vendemos, quizás 30% menos", dice.
Diéguez por su parte, y con una postura más institucional asegura que no se trata de falta de interés por parte de los importadores o distribuidores, y atribuye a los trámites burocráticos la demora en la llegada de los más recientes productos editoriales. "Cuando se introduce la solicitud de certificación en el Ministerio de Ciencia y Tecnología hay 20 días hábiles para obtener una respuesta, que a veces puede tardar más y posteriormente hay que hacer otros trámites", cuenta.
¿El resultado? "Los libros no llegan en el momento en el que se están presentando en otros países, que es lo que los lectores piden", señala Diéguez.
Una manera de subsanar esto, relata Cáceres, ha sido la importación directa de libros sin depender de los trámites administrativos de rigor. "Con eso queremos darle una suerte de atención especial a nuestros clientes, pero los costos suben muchísimo y no podemos hacerlo en grandes cantidades", apunta el librero.
Diéguez, optimista ante el futuro, asegura "la Cámara pertenece a una mesa técnica de Cadivi y la situación de las divisas con ellos se ha regularizado". Solo falta esperar.
Ante las dificultades que implica traer libros del exterior, una opción inevitable que se ha abierto para palear el vacío que se genera en el sector es apuntar a la producción nacional.
Sin embargo, Diéguez explica que tal acción no es una solución real como tal. "Limitando la importación no va a haber un mayor crecimiento de la industria gráfica venezolana", acusa.
El mismo Diéguez cuenta que "hay empresas que han optado, en el caso de best sellers importantes, por pedir los derechos a su casa matriz y hacer sus impresiones en Venezuela", para así abaratar los costos y mantener su presencia en el país a pesar de la coyuntura.
Cáceres ofrece otra arista de la realidad que se vive y cuenta que "grandes editoriales como Random House Mondadori y Santillana, han abierto divisiones para publicar a autores venezolanos", esta situación sin duda ha ayudado a difundir el trabajo de los creadores nacionales de ahora. Diéguez lo apoya y añade "hay un brote de autores e ilustradores importantísimo".
Esta situación, aunada al surgimiento de casas editoras con sello local, como Alfa o Ficciones Breves -explica Cáceres- ha hecho posible que las librerías no cambien su imagen de biblioteca por la de un árido desierto.
Pese a estas salidas, el tema de la crisis editorial no presenta una solución visible, pues el asunto de las divisas también afecta lo que implica publicar un libro en tierra venezolana, ya que los insumos y maquinarias, generalmente, tienen también un origen allende fronteras y se repite la misma historia de la importación, solo que un rubro distinto.
"Las industrias para volverse competitivas tienen que tener buenos costos, lo importante es que la industria gráfica nacional -que tiene excelente calidad- es que cada día pueda ofrecer mejores costos a los editores venezolanos", comenta Diéguez en alusión a lo que significa imprimir o producir en países como Colombia y China.
rorodriguez@eluniversal.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario