Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 24 de julio de 2011

Las democracias que funcionan no tienen constituciones ni políticos mejores que los nuestros. Lo que pasa es que allá ponen orden y funcionan

Cavilaciones sobre un permiso unánime

De la reacción de los diputados de la oposición en la sesión de marras se desprende que piensan distinto

ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 24 de julio de 2011 12:00 AM

El debate de la Asamblea Nacional sobre el nuevo tratamiento del presidente Chávez en La Habana fue elocuente. Apenas termina con votación unánime me pongo a escribir este artículo que en medio de tantos cambios podría tener vejez cuando se pueda leer, pero tal vez el panorama de la política no cambie de súbito como para que contenga observaciones anacrónicas. De nuevo se impuso la posición del oficialismo y de nuevo presentaron los diputados de la oposición argumentos a través de los cuales podían mantener una conducta de autonomía, capaz de permitirnos la sensación de que tienen las cosas claras y de que, por lo tanto, van a actuar con la guía de la claridad en beneficio de sus electores. Por desdicha, no dejaron ese sabor después de la culminación de una polémica cuya importancia se pudo destacar por el hecho de que el interesado, es decir, el propio mandatario que solicitaba licencia para refugiarse en los cuidados de Cuba, se coló en el escenario ante los ojos del pueblo a través de una transmisión encadenada de TV.

Los diputados de la oposición, unos con mayor solvencia que otros, esgrimieron razones legales y de simple lógica para negar la solicitud del jefe del Estado, pero votaron después con la bancada del Gobierno para que el viaje sucediera sin que un substituto se ocupara del Ejecutivo, mientras su detentador quedaba en las manos de un trabajo de quimioterapia hecho en territorio extranjero. Pese a la delicadeza del tratamiento, capaz de inhabilitar a quien lo debe soportar, aun para tareas sin relieve, para tratos mínimos y espaciados con los miembros de la familia, levantaron la mano junto con sus adversarios. Pese a que, como todo el país, carecían de información precisa sobre la magnitud de la maligna afección, dato que precisaban para aprobar el viaje y, sobre todo, para tener la seguridad de que no podían hacerse las terapias en Venezuela, hicieron de comparsa del oficialismo. El tiempo gastado en discusiones quedó en nada, para que el paciente partiera con la bendición unánime del Parlamento. Pero tal vez quedó en mucho, se puede también asegurar, debido a que permitió advertir la ceguera ante la situación del país demostrada por nuestros mansos protagonistas de la unanimidad.

La sola mención de un cáncer puede conducir a consideraciones humanitarias, y aun al chantaje de quienes se aprovechan de su peso para acudir a la compasión del prójimo. De allí una explicación del voto favorable después de desembuchar argumentos que animaban una decisión diversa. Sin embargo, aparte de tal consideración, las cabezas del análisis del trance que entonces se resumía en la Cámara actuaron con debilidad e irresponsabilidad excesivas. Parecieron enfrentados a una vicisitud menor, a un negocio de rutina que apenas merecía fragmentos más o menos hilvanados de retórica para salir del paso, y para negarlos en breve con la señal de costumbre. El tratar así el caso revela un desencuentro con la realidad, que no es la misma de la víspera debido al tipo de enfermedad que aqueja al Presidente y a la necesidad de comportarse de manera inédita frente a sus consecuencias. El personalismo herido de cuidado por la disminución física de quien lo encarna no puede desempeñarse como antes, pero tampoco los que supuestamente se le oponen. Ante el mito desplomado de la omnipotencia no se puede seguir con la conducta habitual, con las paces forzadas y las señales de paciencia que en el pasado la atmósfera aconsejaba a la ingenuidad. Si no el derrumbe, el decaimiento del mito puede despertar fuerzas soterradas que se han cobijado en su sombra y pueden soliviantarse en la defensa de sus fueros inconfesables. En cierta forman tales elementos estuvieron cerca de la sesión de la Cámara, y seguramente se marcharon tranquilos ante la indefinición de los diputados oposicionistas.

También quienes han vivido del mito deberán actuar en consecuencia, para evitar que el huracán se los lleve en la cola. Deben estar calculando el camino de la subsistencia ante el predicamento de perder el único escudo que los ha protegido, independientemente de cómo mostraron frente al micrófono su solidaridad con el augusto enfermo. ¿No sería esa la razón de la presencia sorpresiva de Chávez en la AN, a través de la cadena? No sólo quiso decir, aquí estoy todavía, sino también, quizá, inspeccionar la conducta de una servidumbre que se puede esfumar mientras el patrón lidia con la quimioterapia, de una servidumbre que puede buscar salidas inesperadas ante el desafío de quedarse sin el oxígeno de un organismo sometido a cura sigilosa en La Habana, demasiado lejos para quienes necesitan noticias precisas sobre su evolución, favorable o negativa. Chávez se dejó ver, no sólo para satisfacer a un ego aficionado a las primeras planas, sino también para imponer una fidelidad que no tiene que ser necesariamente la de antes. Se acomodó en un palco próximo desde el cual quería decir, de manera ostensible, que no quería saber del paisaje por interpuesta persona.

Cualquier cosa puede sobrevenir, si no van descaminadas las especulaciones de un escribidor que puede parecer exagerado, pero quien huele la proximidad de una mudanza capaz de provocar sorpresas desagradables ante la ausencia parcial o total del Presidente. De la reacción de los diputados de la oposición en la sesión de marras se desprende que piensan distinto. Ojalá estén en lo cierto.

eliaspinoitu@hotmail.com

¿Cuán solidarios?

Los venezolanos estamos en el último lugar de Latinoamérica y el Caribe

GERVER TORRES | EL UNIVERSAL
domingo 24 de julio de 2011 12:00 AM

¿Cuán solidarios somos los venezolanos? ¿Es importante el asunto? ¿Se puede medir la solidaridad? La solidaridad es la capacidad que tiene la gente de ayudarse una a otra. Una sociedad muy solidaria es una sociedad fuerte, rica, donde los más necesitados encuentran siempre apoyo; donde intereses colectivos y nobles de todo tipo progresan continua y sólidamente, donde el espíritu de los hombres se engrandece sin cesar. En dos platos, la solidaridad es un bien intangible precioso, inestimable.

La solidaridad se puede practicar de muchas maneras. De entre todas esas maneras, algunas se pueden medir. Por ejemplo, computando los porcentajes de personas que dedican tiempo o dan algún tipo de apoyo, incluyendo dinero, a organizaciones y causas comunitarias, sociales. Con esos valores se pueden crear índices de compromiso comunitario, de solidaridad o como se les quiera llamar. Esas mediciones se hacen. En éstas, Venezuela no sale muy bien. Así, por ejemplo, en una encuesta Gallup del 2010, que pregunta si en el último mes el entrevistado dedicó tiempo como voluntario a alguna organización social, sólo el 11,2% de los venezolanos responde afirmativamente. Eso nos coloca en el último lugar de Latinoamérica y el Caribe, que como región exhibe un promedio de 21,4%. Si la pregunta se refiere a dinero, ocurre lo mismo. Último lugar. El 16.8% responde positivamente, frente a un 28.6% promedio de la región. Las penurias económicas no son excusa. Haití está por delante de nosotros.

De los temas que corresponderá abordar a un nuevo liderazgo nacional, más integral, más visionario, más espiritual, está de manera importante el desarrollo de la solidaridad, de la militancia social, de la participación y el compromiso activo en causas que van más allá de nuestra vida familiar e intereses inmediatos. Es una manera de crecer, de aumentar nuestro bienestar, de hacernos más grandes.

gerver@liderazgoyvision.org

La bicha o la otra
JUAN CARLOS APITZ | EL UNIVERSAL
domingo 24 de julio de 2011 10:28 PM

¿En los tiempos que están por venir debemos quedarnos con la misma Constitucion o, por el contrario, aprobar una nueva Carta Magna para la era post-Chavez?

Desde nuestra Independencia hasta hoy, quienes han llegado al poder en Venezuela se han sentido constituyentes: dueños de hacer y de rehacer la Constitución. No la ven hacia arriba, como algo superior a lo que deben someterse, sino hacia abajo: sometiéndola a cambios interminables desde afuera. Y afuera rigen leyes no escritas que, en la práctica, han pesado más que las otras.

El primer artículo de esa Constitución no escrita es: "El que puede manda". En su versión más primitiva (la guerra de todos contra todos), no hacen falta otros artículos. Cada caudillo es dueño de vidas y haciendas, mientras puede. Esta terrible inseguridad afecta incluso a los mismos caudillos, que, para reducirla, pueden hacer alianzas: crear una Constitución menos primitiva, aunque todavía inestable, porque nada garantiza su cumplimiento.

Entonces, el reparto geográfico del poder (que fue el punto de partida de Páez para su Constitución no escrita) es el llamado cártel en el mundo económico: no competir ruinosamente por el mercado total, sino repartírselo por zonas, dentro de las cuales cada empresa (personal) es un monopolio exclusivo. Es así como, el Centauro de los Llanos los permitió que los caciques locales hicieran de las suyas en zonas delimitadas, siempre y cuando no se extralimitaran. Fue un cártel organizado desde la Presidencia.

La solución fue estable porque su gran constituyente logró imponerse como Supremo Árbitro. A costa de los caudillos locales, fue centralizando recursos suficientes para sofocar a cualquier ambicioso que se extralimitara. Pero no suficientes para sofocar el desafío de todos juntos. Cuando vio que se extendía la falta de respeto al Supremo Árbitro, prefirió abandonar el poder. No creía que los aspirantes fueran capaces de ponerse de acuerdo para construir un nuevo cártel sin Supremo Árbitro, menos aún que aceptaran su Constitución como Supremo Árbitro (impersonal). Los Monagas creyeron que la solución estaba en una nueva Constitución escrita, pero el tiempo y las ambiciones de los demás los derrocó.

Muy lentamente, los liberales y conservadores al asaltar el poder fueron imponiendo una nueva Constitución no escrita, más o menos impersonal: el presidente de turno es el Supremo Árbitro. Nadie llega al poder para quedarse por siempre. Los aspirantes renuncian a las armas y al asesinato político. Se llega al poder desde abajo, no desde afuera. Todos pueden participar, haciendo cola mansamente y aceptando que subirán hasta donde el Supremo Árbitro lo permita. Al terminar su turno, se retirarán tranquilamente sin crear problemas ni ser perseguidos por lo que se robaron. La impunidad es total frente a la ley escrita, no ante el Supremo Árbitro.

Se creía que este pacto constitucional era de una sabiduría infinita y prevalecería eternamente. Habían logrado nuevamente la paz, sustituyendo el cártel en el espacio geopolítico por un sistema de turnos en el tiempo que daba cauce a la ambición personal. El poder temporal creaba un equilibrio dinámico, no estático. No tenía tapón en la cúspide, y eso favorecía la capilaridad política: la oportunidad para todos de subir haciendo méritos (ante el voto de arriba, no el de abajo, ni el de afuera).

Ahora bien, es obvio que la situación actual no es la mejor para los caudillos regionales que claman, mediante el grito quejumbroso de la descentralizacion, y puede que pacten una nueva Constitución no escrita para repartirse el poder. Aunque, basta con que se pongan de acuerdo en no enfrentarse entre sí, sino contra el Estado, obligándolo a claudicar.

Entonces, la tarea histórica hoy es lograr lo que no logramos desde la Independencia: el imperio de la ley escrita como Supremo Árbitro impersonal, por encima de todos los poderes legítimos e ilegítimos. Y para eso no hace falta una nueva Constitución.

En fin, las democracias que funcionan no tienen constituciones ni políticos mejores que los nuestros. Lo que pasa es que allá los ciudadanos y las instituciones no los dejan hacer de las suyas.

justiciapitz@hotmail.com



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