martes 26 de julio de 2011
LAS REDES SOCIALES: ¡ BASTA YA !
Hoy me propongo eludir la trama viral de las redes sociales, este thriller de palabras que consumen mi tiempo y mis ganas. Lo confieso, me siento acogotado del laberinto de enlaces, etiquetas, opiniones, comentarios y avatares, en que me he visto envuelto últimamente. Tal parece que en ello me estuviera jugando la honra de mi abolengo, y la caridad de mis maneras ¡Basta ya!
Me propongo por unos días recuperar el silencio de la tarde, acallar este excesivo parloteo de mis horas veraniegas, y sumergirme simplemente en la molicie del día, ensayando la vieja facultad antropológica de escuchar y de escucharme.
Claro que comprendo, y tanto, la utilidad de las redes sociales. Pero este querer, por Dios, poner en la mirilla los insulsos acontecimientos de la vida cotidiana, las opiniones fluctuantes de lo que acontece, minuto tras minuto, y comentarlo, y volverlo a recomentar, y pinchar el dedito facebookero del “me gusta”, retwitearlo, subirlo al Tuenti, o al novísimo Google +,… informando a media humanidad de mi pobre existencia es, sencillamente, demasiado.
A veces me parece, no sé qué opinan ustedes, que todo esto raya en un cierto narcisismo, una especie de exhibicionismo de lo que hacemos y pensamos, lo que a la postre consigue, así de simple, aburrirnos.
Una cosa que no deberíamos olvidar es que las redes sociales son siempre una realidad virtual, es decir, simulada, un espejo del mundo de verdad donde los seres humanos, la gente real, comparten tiempos, espacios y palabras. No son la realidad misma ni la sustituyen; lo más que pueden, que no es poco, es acortar el tiempo y facilitar la comunicación; favoreciendo, con suerte, el encuentro de las personas, y una especie de democratización de la información que va rodando por la Red.
Qué quede claro entonces: las redes sociales son, básicamente, maravillosas.
Pero tienen sus propias perversiones, y pueden convertirse en una suerte de alienación muy adictiva: sustituir la carne y la sangre de la realidad verdadera; convertir en efímero lo que sucede, banalizándolo con el correr de las horas; y, lo más grave, embotar los sentidos interiores, donde reside la capacidad humana de estar consigo y de meditar sobre la experiencia, dando sentido y contenido al indefinible misterio del vivir.
Y por si fuera poco, las redes sociales son insaciables consumiendo el bien más precioso que tenemos todos: el tiempo.
He dicho.
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