Fernando Luis Egaña || ¿Y la salud de Venezuela?
El gran problema no es que el señor Chávez esté enfermo, es que el país que ha venido desgobernando se encuentra en estado de postración. Con los males viejos, exacerbados a límites trágicos; y con una profusión de nuevas enfermedades, propias de un Estado secuestrado por el crimen organizado y de una sociedad asolada por la violencia y con la brújula perdida.
Y estas realidades no se pueden obviar por la relevancia noticiosa de los quebrantos de la salud presidencial que, a pesar del comunicado leído desde La Habana el jueves 30 de junio, todavía continúa envuelta en un halo de misterio, del cual surgen, inevitablemente, rumores y especulaciones de múltiple naturaleza. Pero lo más preocupante para el presente y futuro del país, no es eso sino la trágica situación nacional.
La salud política de Venezuela, por ejemplo, es un chiste cruel. Impera una neo-dictadura -o una dictadura con disfraz de democracia, en la que el hermano-gobernador del comandante-presidente se ufana en reiterar que la "revolución" ha preferido la vía electoral, hasta ahora, pero que sería imperdonable descartar la lucha armada para mantener el poder.
Un país con medios censurados (los oficiales) y autocensurados (gran parte de los otros), con presos, perseguidos y exiliados políticos; con un decorativo estado de Derecho y con poderes públicos de cartón piedra; con elecciones teledirigidas por la parcialidad gobernante, y con su soberanía comprometida por el control extranjero, principalmente cubano; es un país cuya salud político-institucional está comatosa.
¿Y la salud económica? Mil veces mil millones de dólares que se los llevó la negligencia, la demagogia, la corrupción y la regaladera foránea. Una deuda externa que se avecina el 100 mil millones de dólares. Yacimientos petroleros hipotecados a China. El sector eléctrico en la lona, y casi todos los demás servicios públicos, también.
La economía privada en estampida. Cero garantías para la propiedad personal y familiar. Escasez y carestía a todo nivel. El campo venezolano en vías de cementerio. Y todo ello con el barril de petróleo en 100 dólares. No es fácil imaginar un cuadro más dañoso para la salud económica de Venezuela. Y además con tendencia degenerativa.
¿Y qué decir de la salud social? Bastaría constatar que la sociedad venezolana se ha transmutado en una de las violentas del mundo, para no tener que agregar nada más. Pero cómo no reconocer el deterioro de la salubridad e higiene, o el brote de endemias que habían sido erradicadas hace décadas, o la exacerbación del drama penitenciario, o el abajamiento educativo, o la densificación de la deuda y las inequidades sociales, a pesar de los maquillajes estadísticos...
Y todo ello, repito, con el barril de petróleo en 100 dólares y después de la bonanza de petrodólares más prolongada de la historia. Las dolencias sociales de Venezuela se han profundizado y extendido, y ello no puede tener justificación.
Y por si esta enumeración de padecimientos no fuera suficiente, tenemos que gran parte de los venezolanos tiene una noción falseada de la historia, o de dónde venimos; muchos no han calibrado la peligrosidad de la realidad presente, o el dónde estamos; y pocos plantean una idea afirmativa y seria de porvenir, o hacia dónde podemos ir.
Muchísimo más importante que la salud presidencial, cuya recuperación se desea por humanas razones, es la salud política, económica y social de Venezuela y su población. Y ésta se encuentra en condiciones de agonía, y ahora más abandonada que antes de los actuales padecimientos del comandante-presidente.
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