Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 4 de julio de 2011

El otro "por ahora" ...es pertinente que asuma la responsabilidad completa de este pandemónium llamado Venezuela

El otro "por ahora"

...es pertinente que asuma la responsabilidad completa de este pandemónium llamado Venezuela

MARÍA ISABEL PÁRRAGA B. | EL UNIVERSAL
lunes 4 de julio de 2011 12:00 AM

Más allá de la mentira como política del Estado, puesta al descubierto por el propio Mandatario convaleciente quien dejó muy mal parados a su vicepresidente, sus ministros y hasta el propio presidente de la Asamblea quienes endilgaron a la llamada "canalla mediática" todos los rumores ahora confirmados, lo menos que se puede desear es que el líder tenga una pronta y fructífera recuperación, no solo porque es un ser humano que seguramente está pasando un momento difícil que no se le puede desear a nadie, sino porque como lo manifestó el propio coordinador de la Mesa de la Unidad, Ramón Guillermo Aveledo "lo mejor que puede pasar es que el Presidente sane cuanto antes".

Aquí no vamos a caer en la diatriba jurídico-política de si debe declararse la ausencia temporal o no, pero hay una realidad: Chávez no está y aquí cabe como nunca el "por ahora". Un "por ahora" que ha servido en otras oportunidades como leit motiv de la "épica" que él ha encarnado. Esta nueva epopeya es nada más y nada menos que por su propia vida y mientras eso se da en La Habana (¿por qué no aquí?) la "sensación de caos" se incrementa. Cosa que es pésima para nosotros los que aquí vivimos pero tangencialmente conveniente a la hora de dar la imagen de "separación" de la responsabilidad por una pésima gestión que no es cuestión de estos días sino de los últimos años de estos nuevos tiempos de una revolución que nunca ha sido.

Lo que está sucediendo de El Rodeo, la crisis eléctrica, la inflación galopante, la inseguridad, el acoso a los medios y un largo etcétera para muchos serán la responsabilidad de quienes en este momento se "baten a cuchillo" por el poder y no de quien está convaleciente librando su propia lucha que a la luz de sus seguidores de corazón no será otra cosa distinta que por la salud de la propia patria. Así las cosas la culpa ya no será del líder de estos doce años sino de quienes están sumidos en el disparate de no tener guía ni timonel, cosa que reforzará aquella idea de "sin mí el caos".

En estos momentos es muy difícil prever cómo vendrá la mano y si los planes para las elecciones del 2012 continuarán siendo los mismos para el oficialismo. Una campaña electoral es una cosa muy seria que requiere de mucha salud, pero una vez recuperada ¿quién podría con la imagen de un hombre que regresó a la vida para rescatar al país del lío en el que está sumido?

El "por ahora" siempre ha jugado a favor del líder. ¿Será este un nuevo capítulo? Ojalá sane pronto, muy pronto, no solo porque es un ser humano y debe ser muy difícil el trance por el que está pasando, sino porque es pertinente que asuma la responsabilidad completa de este pandemónium llamado Venezuela.

mariaisabelparraga@gmail.com


Gobierno en vivo

Sorprende que uno de los precandidatos haya solicitado que le aporten ideas para gobernar

MARISOL GARCÍA DELGADO | EL UNIVERSAL
lunes 4 de julio de 2011 12:00 AM

Todo tiene su fin, por más que el corazón, la comodidad, la ciencia, el miedo o la sinrazón, se empeñen en aplazarlo o negarlo. Cuentan que los suizos nunca creyeron que los relojes de cuerda serían totalmente sustituidos por otra tecnología. Igualito piensan hoy los profesionales dedicados a la actividad petrolera. Lo peor es que ni reminiscencias quedan de aquellos objetos que marcaron épocas y generaciones completas, como el aguamanil, los discos de 78 o 45 revoluciones -de 99 simplemente no hubo-, las máquinas de escribir "Underwood"; y de oficios o profesiones como la de juglar o boticario. Otros objetos como los ceniceros y los candelabros; los modos más o menos elegantes de fumar; algunos oficios y profesiones; seres vivos y muchas enfermedades, también dejarán definitivamente este mundo, nos guste o no.

Cuesta, entonces, entender que instituciones como el Parlamento, la forma de impartir castigos -porque eso no es Justicia-, los órganos administrativos en general y sus sistemas de control, a pesar de la explosión demográfica -con su mayor demanda de bienes y servicios- y de los adelantos tecnológicos, permanezcan sin mayores transformaciones, causando más daño que beneficio a la colectividad que pretenden servir.

Peca por simplista atribuirle al sistema capitalista, a las ideologías, al partido o al gobernante de turno, toda la responsabilidad de la profunda crisis que vive la sociedad mundial, sin que ello signifique excusarlos de sus probadas malas prácticas y desaciertos, ni de su ignorancia o inmoderada saña.

A los políticos, en general, les indigna la crítica, les molesta que públicamente les sugieran soluciones -preferibles aquellas igualmente ajenas, pero que parecen innatas- y, por lo menos a muchos de los criollos que conocemos, les aterra que entre sus copartidarios haya atisbos de talento, mejor formación profesional o reconocidos méritos, razones de más para atrincherarse en el cogollo o en los llamados partidos de cuadros. Los partidos no crecen, se hinchan.

Por eso sorprende que uno de los precandidatos haya solicitado abiertamente que le aporten ideas para gobernar. Señal de que los tiempos cambian, que el mundo no puede seguir dirigido por el sistema límbico de los gobernantes, y que ya sólo superar ese estadio de acción y de reacción frente a los retos políticos, sociales y económicos, supondrá una transformación auténtica y definitiva en el modo de comprender y considerar los conceptos de territorio, soberanía, poder, mercado, educación, salud, seguridad social, pueblo, justicia, comunicación y control.

Al candidato directamente, en rasgos gruesos y con la osadía que impone la urgencia, le proponemos:

1) Sustituir toda la organización administrativa fija e inoperante (ministerios, institutos) por proyectos, implantando una nueva cultura política, en términos de acción y control, que permita una abierta, fluida y útil comunicación Gobierno-Ciudadano, con base en la planificación, los indicadores de gestión y la herramienta informática.

2) Establecer un solo y único registro de identificación e información. Alcanzada la edad correspondiente, cumplida la etapa o acaecido el siniestro, el ciudadano queda automáticamente incorporado a los subsistemas electoral, de educación o seguridad social, con sus correspondientes responsabilidades y beneficios.

3) Revisar profundamente toda la normativa procedimental e impositiva. No basta con simplificar los procedimientos, estos deben ser completamente sustituidos por procesos. Es vital acabar con el bochinche de los impuestos y las contribuciones. Es inadmisible que cada actividad o cada institución comporte una carga para las empresas o las personas.

4) Al igual que el impuesto sobre la renta, el aporte a la seguridad social debe hacerse sobre la base del ingreso bruto anual, para que las empresas que emplean poca mano de obra, asuman proporcional responsabilidad frente al conglomerado social y, por igual vía, se solvente el problema que comporta la alta rotación de trabajadores.

5) Antes de la profesión, el oficio. No se requiere de grandes inversiones para capacitar al estudiante en cada nivel de la educación. La educación técnica debe ser una materia más, que puede dictarse dentro o fuera de la escuela.

Hazlo simple. La humanidad entera ha vivido más de dos mil años bajo la influencia de un líder y sus Diez Mandamientos, extrañamente escritos bajo la modalidad Twitter: ¡nos sigue a todos y a él lo siguen millones!

cedice@cedice.org @cedice


¡Muera la infraestructura!
MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
lunes 4 de julio de 2011 05:34 PM

En sociedades antiguas la vida ocurría "normalmente" sin tanta infraestructura como la de hoy. Sin embargo las condiciones hostiles de entonces obligaron al hombre a crear forzosos artilugios de sobrevivencia. Trochas, grutas, ruedas, fuego, púas, pieles, carretas, mazos, y otros adminículos, se convirtieron en la infraestructura primigenia sobre la cual se instituirían las diversas culturas. Hoy, por contrario, el tejido de la infraestructura exigido por el desarrollo es condición predominante, casi previa, a la cultura. Ésta, determina no una parte sino la totalidad de la vida social moderna.

Si registráramos los pasos de nuestra vida cotidiana en una especie de diario constataríamos con estupor cómo, en gran medida, nos hemos vuelto cualitativa y cuantitativamente dependientes de la infraestructura. El sometimiento se inicia al despertar cuando usamos la cocina para calentar café y concluye a la media noche cuando se apaga el último bombillo. Ahora la revolución bonita, en boca de Alí Rodríguez, intenta retrotraernos a eras remotas y persuadirnos que el soplo derrochador y la comodidad de los oligarcas laceran el espíritu piadoso del prójimo; razón por la cual debemos superar toda dependencia plástica de la subestructura.

No hay que realizar experimentos de alta cisura para ilustrar la importancia de la infraestructura moderna. ¿Qué aspecto tendría la ciudad si no se recogiera la basura durante 15 días; si se hiciere permanente el desperfecto de una central telefónica; si el tránsito se detuviera por el cierre de calles? Tenemos una prueba fehaciente con los constantes cortes de la energía eléctrica en que la subsistencia social se hace mortalmente vulnerable. Ahora los revolucionarios rancios, que descuartizaron buena parte de la subestructura erigida durante la segunda mitad del siglo pasado, ven el confort de los otros con ojeriza, pero eso sí, desde lujosas camionetotas o de pomposas oficinas.

Ahora todos somos más víctimas que beneficiarios del germen revolucionario. Vías urbanas y suburbanas, energía, acueductos, cloacas, hospitales, escuelas, cárceles, retenes policiales, puentes, viviendas, son servicios devastados por el experimento de los nuevos patriotas. La masa recurre a la infraestructura con contrariedad porque siente fuertes restricciones que afectan su autonomía y libertad. Por ejemplo, vivimos irritados por el menoscabo de la autoridad para aplicar las leyes de tránsito mientras percibimos diligencia para hostigar a adversarios políticos.

Lamentablemente el Gobierno se refleja a través del espejo cubano. Cuba antes de 1958 disponía de la infraestructura más eficiente y moderna de Latinoamérica y una de las mejores a nivel mundial. Ello era un serio escollo para la revolución en ciernes. Fidel lo percibió a tiempo e incitó entonces el proceso de degradación infraestructural más pasmoso que se conozca.
Mientras la Cuba de hoy intenta recuperar parte del orden urbano perdido, Venezuela se enfila en dirección contraria. Ahora los Castro buscan capitales y expertos para modernizar los servicios arruinados mientras Alí Rodríguez nos advierte que los cortes del servicio eléctrico llegaron para quedarse.

Reconocidos expertos dispuestos a colaborar para la restauración de servicios destruidos deberán, antes, jurar lealtad ante el máximo paladín revolucionario. Entretanto, los planes factibles duermen en cajones sellados de las oficinas públicas centralizadas. El torrencial de dinero ingresado al erario en los últimos 12 años tiene otras primacías: instituir la revolución y seducir a países amigos dispuestos a glorificar al jefe por su gesta libertadora.

¡Muera la infraestructura ante la estirpe de la revolución bonita! No importa que cambiemos planchas y neveras eléctricas por otras a base de kerosene. También podrían importarse desde China los llamados "primus" (cocinilla a presión de gasolina o kerosene) comunes en nuestros campos en la década de los cuarenta. Tampoco sería descartable la incineración de aserrín mezclado con diesel. En otros ámbitos, vías a base de granzón; salud a base de hierbas (consultar con Evo); y miles de cacharros que harían florecer la infraestructura del siglo XIX. ¡Viva la revolución!

miguelbm@movistar.net.ve

Tú me haces falta...

Nos hace falta la esperanza y la humildad, que renacen por sabernos prescindibles y mortales...

ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
lunes 4 de julio de 2011 12:00 AM

No es el bolero del dominicano Armando Cabrera. Las cosas no están para baladas al estilo Tania Libertad, Trío San Juan o Panchito Riset... Es algo más mundano, más crudo y necesario. Es político, es grupal, es social, es la paz. Es tenerlo devuelta para liquidar el debate y con ello ajustar los tiempos. Porque sin Ud., ahí sí le digo, "hace que se olvide 'la dulce' historia de nuestro amor".

En el seminario de tesis dictado por el Prof. Adolfo Vargas en la USB, recuerdo que estudiamos el método histórico o de producción historiográfica. Ello comportaba el uso de la heurística o localización y recopilación de las fuentes documentales. Mediante la crítica de esas fuentes, se producía el debate científico para lograr la validación hipotética. Si los actores están, mejor. Comprendemos entonces que las transformaciones sociales no se dan en meses, sino en décadas. Y eso es lo que toca ahora evaluar: 13 años de inclemente revolución, de culto a la personalidad (caudillaje militarista) y de reparto a discreción. Ahí están las cifras, ahí están los hechos y ahí debe estar Ud.

Tú me haces falta como protagonista del llamado proceso. Como testigo de oro del coctel ideológico. Como el gran autor de un lustro de cadenas y desenfados... Tú me haces falta para rendir cuenta (dentro o fuera del poder), de la utilidad real del socialismo del siglo XXI. Del igualitarismo violento y miliciano, de la lucha de clases, máser de profundas heridas entre hermanos... Tú me haces falta para redimirnos como sociedad y comprender que el probrecitismo es una innoble forma de gobernar que inhabilita al más pobre y glorifica el poder. Tú me haces falta para entender que las revoluciones hoy, no hacen falta.

Nos hace falta evitar que se olvide el elevado precio de nuestra amarga convivencia. Nos hace falta medir qué hemos obtenido de la exclusión sistemática o del "amor" confeso a regímenes pretorianos. Nos hace falta nos diga, qué hemos ganado del ALBA, de Unasur o del Caricom... Nos hace falta reivindicar a Bolívar y también la hispanidad; purgar nuestros complejos étnicos y de clase social; devolver lo despojado y resarcir al humillado... Nos hace falta el descanso de Zamora, de Martí y de Marx y el germinar de Bello, Miranda, hermanos Mills; o los consensos de justicia y de equidad, de John Rawls.

Nos hace falta la esperanza y la humildad, que renacen por sabernos prescindibles y mortales... Yo no apuesto a su partida, mucho menos a que su ciclo político culmine con su vida. No me gustan los mártires ni las simbologías. Me inclino por lo vivencial, por la historiografía; por la historia viva, misma que fija sin vacilación, que su modelo nada nos convenía. Y para eso, su voz y su memoria... nos harán falta.

vba@vierablanco.com @ovierablanco



¡Muera la infraestructura!
MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
lunes 4 de julio de 2011 05:34 PM

En sociedades antiguas la vida ocurría "normalmente" sin tanta infraestructura como la de hoy. Sin embargo las condiciones hostiles de entonces obligaron al hombre a crear forzosos artilugios de sobrevivencia. Trochas, grutas, ruedas, fuego, púas, pieles, carretas, mazos, y otros adminículos, se convirtieron en la infraestructura primigenia sobre la cual se instituirían las diversas culturas. Hoy, por contrario, el tejido de la infraestructura exigido por el desarrollo es condición predominante, casi previa, a la cultura. Ésta, determina no una parte sino la totalidad de la vida social moderna.

Si registráramos los pasos de nuestra vida cotidiana en una especie de diario constataríamos con estupor cómo, en gran medida, nos hemos vuelto cualitativa y cuantitativamente dependientes de la infraestructura. El sometimiento se inicia al despertar cuando usamos la cocina para calentar café y concluye a la media noche cuando se apaga el último bombillo. Ahora la revolución bonita, en boca de Alí Rodríguez, intenta retrotraernos a eras remotas y persuadirnos que el soplo derrochador y la comodidad de los oligarcas laceran el espíritu piadoso del prójimo; razón por la cual debemos superar toda dependencia plástica de la subestructura.

No hay que realizar experimentos de alta cisura para ilustrar la importancia de la infraestructura moderna. ¿Qué aspecto tendría la ciudad si no se recogiera la basura durante 15 días; si se hiciere permanente el desperfecto de una central telefónica; si el tránsito se detuviera por el cierre de calles? Tenemos una prueba fehaciente con los constantes cortes de la energía eléctrica en que la subsistencia social se hace mortalmente vulnerable. Ahora los revolucionarios rancios, que descuartizaron buena parte de la subestructura erigida durante la segunda mitad del siglo pasado, ven el confort de los otros con ojeriza, pero eso sí, desde lujosas camionetotas o de pomposas oficinas.

Ahora todos somos más víctimas que beneficiarios del germen revolucionario. Vías urbanas y suburbanas, energía, acueductos, cloacas, hospitales, escuelas, cárceles, retenes policiales, puentes, viviendas, son servicios devastados por el experimento de los nuevos patriotas. La masa recurre a la infraestructura con contrariedad porque siente fuertes restricciones que afectan su autonomía y libertad. Por ejemplo, vivimos irritados por el menoscabo de la autoridad para aplicar las leyes de tránsito mientras percibimos diligencia para hostigar a adversarios políticos.

Lamentablemente el Gobierno se refleja a través del espejo cubano. Cuba antes de 1958 disponía de la infraestructura más eficiente y moderna de Latinoamérica y una de las mejores a nivel mundial. Ello era un serio escollo para la revolución en ciernes. Fidel lo percibió a tiempo e incitó entonces el proceso de degradación infraestructural más pasmoso que se conozca.
Mientras la Cuba de hoy intenta recuperar parte del orden urbano perdido, Venezuela se enfila en dirección contraria. Ahora los Castro buscan capitales y expertos para modernizar los servicios arruinados mientras Alí Rodríguez nos advierte que los cortes del servicio eléctrico llegaron para quedarse.

Reconocidos expertos dispuestos a colaborar para la restauración de servicios destruidos deberán, antes, jurar lealtad ante el máximo paladín revolucionario. Entretanto, los planes factibles duermen en cajones sellados de las oficinas públicas centralizadas. El torrencial de dinero ingresado al erario en los últimos 12 años tiene otras primacías: instituir la revolución y seducir a países amigos dispuestos a glorificar al jefe por su gesta libertadora.

¡Muera la infraestructura ante la estirpe de la revolución bonita! No importa que cambiemos planchas y neveras eléctricas por otras a base de kerosene. También podrían importarse desde China los llamados "primus" (cocinilla a presión de gasolina o kerosene) comunes en nuestros campos en la década de los cuarenta. Tampoco sería descartable la incineración de aserrín mezclado con diesel. En otros ámbitos, vías a base de granzón; salud a base de hierbas (consultar con Evo); y miles de cacharros que harían florecer la infraestructura del siglo XIX. ¡Viva la revolución!

miguelbm@movistar.net.ve

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