Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 22 de julio de 2011

El padre y el hijo de la santísima trinidad del teatro venezolanao, porque la paloma del espíritu santo se fue volando tras un trapo rojo

11 Jul 2011 | - Por Elnacional.com

Espectáculo escénico musical rinde tributo a Cabrujas

Cabrujas, la voz que resuena se presentará desde el viernes 22 de julio hasta el 14 de agosto, en Los Palos Grandes

José Ignacio Cabrujas durante su juventud
José Ignacio Cabrujas durante su juventud | Archivo El Nacional

Como parte de la programación que desarrolla Cultura Chacao con motivo de conmemorar el 444º aniversario de la ciudad de Caracas, se presentará el estreno del espectáculo escénico musical Cabrujas, la voz que resuena, en una temporada que tendrá lugar desde el viernes 22 de julio hasta el 14 de agosto, en la Sala Cabrujas en Los Palos Grandes, como un homenaje al célebre creador y pensador caraqueño que le da el nombre a esta sala.

Bajo la dirección de Francisco "Pancho" Salazar, y con base en una idea original de Yoyiana Ahumada (autora del guión), el espectáculo se inspira en una serie de escritos del propio Cabrujas, para tejer una trama que, aderezada con música, testimonios, una exposición fotográfica, una radionovela y la exhibición de imágenes en video, evoca los principales acontecimientos políticos, sociales y culturales que acompañaron a este destacado autor a lo largo de su vida.

A través de 4 estaciones o módulos, el espectador realizará un recorrido por los orígenes, vida y obra de José Ignacio Cabrujas (1937-1995), gran renovador de la dramaturgia, el teatro, el periodismo, la televisión y la telenovela venezolana, que tomó la realidad e historia nacional como materia prima para sus creaciones.

La Estación 1 inicia el montaje con la radionovela “El hijo pródigo de Catia” en la que participan Antonio Delli (narrador), María Cristina Lozada (voz madre de Cabrujas), Hernán Marcano (voz del padre de Cabrujas), y Eulalia Siso (voz de la comadrona); seguida de una transición a cargo de Norma Monasterios, Ana González, María José Mata y Domingo Ballducci.

A continuación, la Estación 2 recibe a los presentes con la exhibición de un documental de 7 minutos llamado "La Telenovela, el espectáculo del sentimiento", para luego pasar a la Estación 3 donde se puede escuchar, en la voz de Isabel Palacios, la lectura de la Carta a María Callas Ni un solo día de olvido.

El recorrido finaliza en la Estación 4, en la que se presenta la escenificación de sendos fragmentos de las piezas "Venezuela Barata" y "Profundo", de José Ignacio Cabrujas, con la actuación de Norma Monasterios, Steven Rosas, Ángel Chávez, Cesar Augusto Roa, Ana González, y María José Mata.

El público podrá asistir a este espectáculo del 22 de julio al 14 de agosto en la Sala Cabrujas, ubicada en la 3º Avenida de Los Palos Grandes c/c Avenida Francisco de Miranda, C.C. El Parque, nivel C-1. Las funciones son los viernes a las 8:00 p.m., sábados y domingos a las 6:00 p.m. y 8:00 p.m. La entrada tiene un costo de Bs. 80 (Entrada General) y Bs. 60 (Estudiantes y Tercera Edad).

El socialismo según Plácido Ancízar

Ibsen Martínez

Jueves, 21 de julio de 2011






He aquí lo que he puesto en claro de una re-lectura de "El día que me quieras", de nuestro José Ignacio Cabrujas. No es el menor de los logros de Cabrujas disponer que fuese Plácido Ancízar el interlocutor político de Pío Miranda, el marxista dogmático.

Pío es el epítome de la mediocridad y del resentimiento envuelto en máximas de redención social: un saco de yute lleno de aire, sostenido por un autocomplaciente supremacismo moral.

Pío es el izquierdista "bueno para nada" que hay en toda familia. Me apresuro a decir que Pío Miranda es el novio crónico de María Luisa Ancízar, la hermana de Plácido.

Para Plácido, único hermano varón de las Ancízar, todo es "clara y contundentemente distinto", porque "todo es de todos...".

-Tú vas por la calle -dice Plácido, puesto a explicar la circulación de bienes de consumo en la utopía cotidiana- y se te antoja... qué sé yo... queso... chuleta, capricho... y entras en el mercado, de lo más formal... y pides: dame, dame, dame... ¿Y por qué te voy a dar? Porque soy un hombre y pertenezco al género humano... y tengo hambre... Toma, toma, toma... ¿No es así, Pío?

El de María Luisa y Pío ha sido un noviazgo lo suficientemente largo -al subir el telón sus amores duran ya diez años- como para que Plácido, por artes de emanación, simpatice con los ideales políticos de su improbable cuñado.

Plácido Ancízar no es, sin embargo, un fiel creyente del dogma marxista-leninista, como sí lo es la etérea María Luisa.

Para irnos entendiendo digamos que Plácido simpatiza con las ideas socialistas de Pío Miranda del mismo modo desasido, sincrético y caribe con que Teodoro Petkoff afirma que los venezolanos se dicen católicos.

"Sin creer ni dejar de creer", diría mi tía Margot.

Plácido Ancízar es igualitarista, pero eso no hace de él un demócrata. A Plácido lo animan emociones justicieras, cómo no. Pero la separación de poderes, la noción del debido proceso, la idea de un parlamento bicameral o la necesidad de un poder judicial independiente con seguridad se le antojan, en el mejor de los casos, una engañifa leguleya, ni siquiera una abstracción ilustrada.

Igual que para la mayoría de sus compatriotas, Plácido se figura la justicia más bien como un episodio terminal, tajante, situado en el borroso futuro. La justicia para Plácido es cuestión de oportunidad y ajuste de cuentas: una voltereta retaliatoria, no un dispositivo perdurable, pactado para zanjar diferencias y asegurar la convivencia ciudadana.

Igualitarista y justiciero, bajo el vellón de caraqueño cordial que es Plácido nos acecha, sin embargo, un violento.

Provisionalmente desarmado, aplastado por una dictadura feroz hasta el nivel de la aquiescencia y la zalamería, pero esencialmente un violento premoderno.

Plácido no es un "homme de système", como lo quisiera Pío. Lo de Plácido es la consigna populista "dame, dame,dame; toma, toma,toma" y, sobre todo, la posibilidad de un desquite.

Un empujoncito y Plácido se trasmuta en un adeco "uña en el rabo" de 1945 -"el día de la cosa" cayó 18 de octubre, apenas dos años antes de lo pronosticado por él mismo-, con todo y metralleta obtenida en la célebre repartición de "máuseres" que hubo en el cuartel San Carlos.

Si Plácido alcanzó a vivir lo suficiente para hacerle violencia electoral al statu quo en 1998 -los personajes teatrales son en extremo longevos-, los instintos de Plácido Ancízar lo llevaron a votar por Hugo Chávez.

"Los otros también robaban", diría hoy si le mostrasen un boliburgués chavista a bordo de un BMW.


La famosa Santísima Trinidad del teatro venezolano de la cual

la paloma del espíritu santo: Román Chalbaud se vistió de rojo y

voló a otras alturas del poder chavista....

Isaac Chocrón: la vida requisada
Chocrón se atrevió a poner en crisis su relación personal con el país,
sin importar lo "social", siendo cuestionado por la izquierda de
los sesenta. En esa época, su teatro no se interesó por la pragmática
nacional, sino por su condición existencial y razón de vida
Por: Leonardo Azparren Giménez





















En el libro de Miyó Vestrini, Isaac Chocrón frente el espejo (1980), José Ignacio Cabrujas se refirió a su amigo en los siguientes términos: "Últimamente se ha vuelto una persona muy sabia. Una especie de rabino. Habla de la vida, de lo que no cambia, de lo que es constante, de lo que es el ser humano".

Más allá de su notoriedad, no sólo debida a su obra como escritor, es bien cierto que el teatro de Isaac Chocrón no goza de admiración cultural; más aún, es visto con recelo soterrado por importantes sectores de la cultura venezolana; antes por ser considerado un autor de espaldas a la realidad nacional; más recientemente por los temas que trata, la amistad, la vida íntima y la muerte, asuntos que a pocos gusta hablar y a los más les parece sin pertinencia social. Pero nadie se ha atrevido a escribir, decir y razonar por qué recela de él.

Susana Rotkter lo consideró un transgresor, aunque lo es no sólo por lo que ella descubrió en él. Chocrón siempre ha estado más allá de la cotidianidad, y habla de las debilidades, inconsistencias y ocultamientos de la vida personal para mostrar sus significados más íntimos, su inmanencia y su trascendencia. Chocrón se atrevió a requisar la vida personal, propuso revisarla y casi llegó al atrevimiento de proponer un modo de vivirla sin importar el precio de la confesión.

Comenzó interrogando su relación con el país ("un clima pegajoso", gente "negligente") cuando nadie lo hacía, seguros de tener respuestas sobre lo que éramos, positivas por lo general. Se atrevió a proponer su venta por unos ciudadanos decididos a no ser sus responsables y vivir de su renta. Después afirmó que el Yo de la persona es el lugar donde reside el problema.

Cuando Eloy pregunta si habrá una revolución, Gabriel le responde que ya está pasando y le pregunta si no la siente. Eloy lo aclara casi al final de la obra: "todo ese pasarte el día sin hacer nada pensando en lo que es el mundo, y en lo que, según tú, debe ser el mundo, está resultando una revolución, pero no allá, sino dentro de ti".

Pensar qué es un país es hacer ontología social. Es imposible vivir sin esa pregunta, aun una sola vez. Ante la muerte, una apelación milenaria es la metafísica, una descripción, algo fácil sin duda, de la búsqueda del sentido del teatro de Chocrón: "Mientras el fin de nuestras vidas resulta ser un lejano fin, no hay ni angustia ni la lógica resignación que será consecuencia de esa angustia". A partir de un país pegajoso y dañino, en el que por simple negligencia no se alcanzan logros significativos y al que sus habitantes deciden vender por comodidad, hasta una reflexión persistente sobre la situación del Yo en su soledad, no necesariamente por gusto, con el horizonte de la muerte y la empecinada creencia en el amor de la amistad, una y otra vez todas las formas y alternativas que ofrece la vida son requisadas. Pablo, uno de sus personajes, se define como el ocupante de un espacio, no como quien vive en una sociedad.

En un medio teatral dominado por un realismo social, en buena medida mecanicista e ideologizado, la mirada de Chocrón disgustó y, después, perturbó. Su búsqueda no fue fácil, porque preguntarse sobre la vida propia es más difícil que ensayar soluciones sociales.

Los personajes de Chocrón, con frecuencia de nombres bíblicos, en consonancia con su judaísmo, son problemáticos. No es circunstancial que uno de ellos se llame Ismael, hermano de Isaac y fundador de otro gran pueblo. Que Chocrón lo llevara a escena expresa una vocación ecuménica; la misma por la que es devoto de Sante Teresa de Jesús, la grande de Ávila, porque sólo ecuménicamente es posible requisar la vida sin ideologizarla.

Chocrón se atrevió a poner en crisis su relación personal con el país, sin importar lo "social", siendo cuestionado por la izquierda de los sesenta. En esa época, su teatro no se interesó por la pragmática nacional, sino por su condición existencial y razón de vida. Es la crisis de Betsy, quien inventa una imagen de Venezuela para sobrevivir de ella, aunque concluye que no le interesa a nadie cuando no logra venderla.

Es quien más se ha interrogado por el ser de la existencia. Somos un país acuciado por la pragmática política. El régimen ha logrado congelarnos en el inmediato hoy, y los problemas terminan siendo una noticia de ayer desechados por la de hoy. Lo urgente se impone sobre lo importante, y quedan regadas en la calle las soluciones propuestas para nuestras urgencias.

Nuestra vida, la que no podemos desprender de nuestro Yo, permanece y espera. Tenemos un teatro que no se parece al país. Ni en su epidermis ni en su dermis insinúa alguna pregunta sobre lo que hoy somos. ¿Vendimos el país, sin darnos cuenta? ¿Seguimos siendo negligentes, como acusa Betsy desde hace medio siglo? ¿La atmósfera que nos rodea, pesada, algunas veces turbia, sigue siendo un clima pegajoso que nos incomoda la piel, y del que queremos desprendernos sin mayor compromiso? ¿No es hoy la muerte una presencia insoslayable? En 1978, creo, Peter Brook se quejó de que no hubiese un teatro mundial con el cual celebrar el día mundial del teatro.

Hoy necesitamos un teatro que requise nuestros valores y creencias y nos exija ser responsables. Afortunadamente, tenemos el testimonio de quien hace medio siglo nos requisó la vida cuando no nos parecía necesario. La requisición es un descenso a la intimidad para descubrir el valor de la amistad, la philia griega, la solidaridad imperativa en este tiempo. Nos va la vida en ella.



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