Pocas veces -por no decir ninguna- nos expresamos en primera persona; pero en esta entrega, sustentada en la firme disposición de dar la cara por lo que nos pertenece y adoramos sin límite ni medida, no nos detendremos en formalidades para diferenciar lo que nos separa en posiciones y luchas, dejando en claro y de la manera más categórica que primero que la salud del Presidente de la República está la de mi patria venezolana.
Por supuesto, y haciendo honor a la idiosincrasia y al más puro sentimiento cristiano del venezolano, tampoco abrigo deseos y menos intenciones macabras sobre desenlaces fatales; si la mentira salió a flote fue porque los incondicionales -más torpes que pícaros- transmitían informaciones carentes de veracidad.
Como humano al fin, sé de calamidades y sufrimientos, pero nunca he recurrido al teatro ni a la compasión; por eso sentí pena ajena cuando vi y escuché al duro de la película transformado en niño bueno, pronunciando palabras que están muy distantes de su lenguaje natural cuando de calificar se trata a la otra Venezuela que no está con su revolución. Se fue en loas a los cubanos, gratitud desproporcionada a su mentor Fidel y toda una extraña transformación religiosa y amorosa para su Dios, su Virgen y su familia, por cierto más nombrada en los hilos oficiales que en el entorno de la conformación afectiva y hogareña. No hubo que hacer ejercicio mental para darnos cuenta de que el discurso no lo hizo él, pero sí interpretó bien el papel como buen protagonista de las mil caras.
No pecaré de adivino trazando escenarios hipotéticos sobre la suerte y futuro del Presidente. La ciencia está muy avanzada y no se debe adelantar pronósticos de magnitud reservada. Enfermarse es parte de la vida del ser humano, pero el caso del Presidente Chávez, elevado en el altar del ser invencible e impoluto, lo rodearon de misterios que no cambian la realidad. El Chávez de hoy luce un perfil diferente para los requerimientos del mañana. Tremenda discordia entre su presente y su futuro. Este no es hombre de pantuflas, sillas de ruedas ni exigencias condicionadas a una manera distinta de gobernar y hacer política. Siendo el único y el indispensable, significa que muy poco aportará al proceso que se avecina por cuanto, y desafortunadamente para sus seguidores y quienes se aferran al porta avión, lo que se percibe es el ocaso de sus tiempos de gloria.
El viaje repentino no es motivo de asombro. De por sí la ausencia temporal venía causando salpullidos en la piel de los defensores de lo indefendible. Más importante es lo que tratan de tapar, pero el olfato a algo descompuesto delata lo que por culpa de la enfermedad inoportuna, se convirtió en secreto a voces. Por diferentes puntos se siente cercado. Pero a la vez y por esas sorpresas del destino, después de haber mostrado tanta indiferencia frente a nuestra religión agredida y nuestras vírgenes mutiladas, hoy es físicamente víctima de un sufrimiento moral y espiritual.
No me es posible pensar de otra manera. Que otros aboguen por su pronta recuperación. Solo pienso en el riguroso tratamiento que va a requerir nuestra Venezuela para sacarla de la terapia intensiva en la que nos la ha dejado el señor Chávez. Sin embargo, al igual que millones de venezolanos soy optimista; hemos comenzado a reconstruirle sus partes más afectadas y no habrá componendas ni asociaciones satánicas que impidan, en el tiempo ya fijado en el calendario, la conformación de un gobierno decente que le devuelva a nuestro pueblo su derecho a vivir en democracia y libertad plena.
luirgarr@hotmail.com
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