Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 3 de julio de 2011

La próstata de Gómez

La próstata de Gómez

RamónJota fabricó un insólito auditorio para que Juan Vicente pontificara a sus anchas

ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 3 de julio de 2011 12:00 AM

Ya viejo y curtido por la experiencia de un gobierno omnipotente, se confesó con RamónJota. El lúcido historiador aprovechó la ocasión para escribir sus confidencias diciendo que eran imaginarias, quizá para que la gente no le mandara recados ni le pidiera milagros al Benemérito cuando se ponía a escucharlo y a tomar notas para un libro memorable. En el contenido de ese libro encontramos una idea fundamental para el artículo de hoy, que pretende a su manera una explicación de algunas de las peripecias que ocupan la atención de la sociedad. La idea está recogida en un capítulo titulado El arte de la desconfianza, a través del cual registra el oyente lo que desembucha con una elocuencia inesperada el hombre que se dedicó a ahorrar palabras durante los setenta y ocho años de su existencia. RamónJota fabricó un insólito auditorio para que Juan Vicente pontificara a sus anchas, para que saldara, con las revelaciones que le debía a Venezuela, las explicaciones que se llevó a la tumba sobre su mandato inexpugnable.

No teníamos que esperar las confidencias para conocer la mayoría de tales razones: La Rotunda multiplicada en represión y crueldad por todos los rincones del país, el dinero que jamás había existido y ahora servía para comprar conciencias, la gente dispuesta a rendirse y a venderse. Lo sabíamos, pero hacía falta el encuentro del resorte que las moviera, hasta el punto de que nadie fuera capaz de salir airoso frente a ellas. Juan Vicente se lo dice sin reticencias a RamónJota: la imposibilidad de entregarse en las manos del prójimo, así fuera el más cercano o el más inofensivo. Ni en el cobijo de su madre se arrojaba con tranquilidad. Doña Hermenegilda, por ejemplo, consideraba que los curas eran unos santos en cuya conducta no cabían las malas intenciones y quienes jamás se preocupaban por la política. El hijo se alejó de sus consejos cuando solicitó la libertad de unos sacerdotes: "Yo le dije que sí para complacerla, pero no se podía... Mi mamá murió tranquila pero yo no aflojé, porque una cosa es el amor de hijo y el respeto a la madre, que siempre tuve, y otra cosa es el Gobierno, y de eso no entienden la mujeres". Respetuosa distancia por tratarse de la progenitora, ante quien debe disimular el recelo, pero evidente necesidad de alejamiento hacia las mujeres en general porque, según su sensibilidad de hombre de presa, carecen de habilidades políticas.

La desconfianza hacia las mujeres era una permanencia venida de los Andes. "Yo siempre dormí solo, desde cuando estaba en la hacienda de La Mulera... soy hombre de campamento y de cuartel", agregó a RamónJota. Establece, como se puede ver, una distancia significativa entre lo que entiende por gobierno y lo que entiende por vida amorosa. Pero la distancia no solo afecta a las féminas con quienes se topa en el camino para apenas ofrecerles una relación transitoria e intermitente. Lo mismo sucede con la parentela. Una afirmación sobre el punto y un caso con el cual quiere ejemplificar, no dejan dudas al respecto. "La familia y el mando no se pueden revolver", asegura, para apuntalar la idea en la siguiente revelación: "Uno tiene que estar vigilante hasta de los niños inocentes, pues le ven a uno el lado flaco, como me pasó una vez con un nietico que yo quería mucho. El día del cumpleaños yo le digo al nieto que qué quiere y él me contesta que los presos políticos y yo me pongo y le pregunto para saber por dónde venía la cosa, que qué son los presos políticos y el nietico se pone a llorar. No ve, hicieron que yo no volviera a ver al niñito". Un hombre que determina así, según él sin alternativa de error, los límites de lo público y lo privado, la propiedad y la incompetencia en materia de gobierno, la apología de la falta de sentimientos, pretende demostrar una cualidad gracias en la cual sustenta su dominio.

Las lecciones de la vida debieron llevarlo a semejante conclusión, pero quizá un suceso relevante que le ocurrió hacia finales de 1921 lo confirmó en el parecer. Debido a una grave enfermedad de la próstata que anunciaba su inminente falta en el Gobierno, los miembros de la familia tomaron partido por dos de sus miembros para controlar la sucesión. Se dividieron en "Juanchistas" y "Vicentistas", esto es, en partidarios de su hermano y de su hijo mayor. Uno de ellos tomaría el poder, anhelaban los enfrentados clientes que medraban en las alturas y que no le perdían patada al médico tratante, para saber cómo funcionaba el chorro tibio que los había gratificado pero que tal vez no les hiciera más favores. Cuando el paciente recobró la salud y ante la fragmentación del clan, ordenó un remiendo de la Constitución para que los dos rivales compartieran a su lado el trono, como primero y segundo vicepresidentes de la República. La decisión, en lugar de superar la crisis, llevó a una pugna atroz. Según fuentes de la casa y de acuerdo con averiguaciones sigilosas de los esbirros, condujo después al asesinato del hermano con la connivencia del hijo y a una nueva reforma de la Carta Magna. La sociedad contempló en silencio los movimientos, mientras sentía que la retención de la orina y el ataque febril del primer mandatario eran razones de Estado ante las cuales tenía que rendirse sin remedio. Y ahora seguiré leyendo las Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, a ver qué otras explicaciones encuentro sobre la fisiología de la política venezolana.

eliaspinoitu@hotmail.com

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