sábado 16 de julio de 2011
La sociedad de los inconscientes
Hace años atrás, en un interesante artículo aparecido en la revista Los Protocolos invisibles , un psiquiatra del Círculo Freudiano hizo velada referencia a la existencia de una sociedad ultra secreta relacionada a los mundos encubiertos de la mente, advirtiendo que lo que había encontrado podría tener serias consecuencias.
Fue por azahar que la semana pasada, mientras trataba de averiguar la razón por la que se me olvidan ciertos nombres, al ordenar el gigantesco paquete de hojas sueltas del cerebro se me confirmaron tres cosas extremadamente graves relacionadas al referido artículo: primero, que era cierto lo de la existencia de una sociedad secreta muy extraña, segundo que no la forman personas normales, sino los inconscientes del cerebro, y tercero, que el mío era miembro activo y participaba regularmente en las reuniones de esa cofradía.
A pesar de que manipulo razonablemente las trochas de mi sistema cerebral, confieso que esta vez no pude sacarle casi nada.
Preocupado por la responsabilidad que tengo por todo lo que haga esa parte de mi persona, decidí asesorarme con un siquiatra amigo, al que después de informarle de lo que había descubierto le pedí que emprendiéramos juntos una investigación más cuidadosa. En un mundo que parece que está siendo manejado de una manera anormal, tal vez era importante que se actuara de inmediato.
Sorprendido por lo que le dije aceptó el reto, y luego de tres días de intensos y penosos psicoanálisis el hombre se quedó horrorizado de los que pudo descubrir. No solo existía la sociedad, sino que después de la reunión constitutiva de lo que llamaron Asamblea Mundial contra el Conciente, a partir de los años ochenta la organización asumió la forma operativa de células independientes de diez miembros cada una, al estilo de los comunistas y los grupos terroristas. Su objetivo: acabar con el conciente de toda la población del mundo y asumir ellos el manejo del planeta.
La habilidad y la experiencia de mi amigo para desplazarse entre los lóbulos abstractos de la mente le permitió establecer que mi inconsciente reprimido, al que en una época aprecie por considerarlo el lado más honesto de mi espíritu, era un farsante, y no sólo me robaba pensamientos, nombres y creaba motivaciones inmorales, sino que me estaba dando un golpe de estado para apoderarse de mi persona, y ya prácticamente la manejaba orientándola hacia el mal.
Apenas concluimos la investigación, aunque el médico cayó en una depresión extrema al darse cuenta de que había sido engañado durante muchos años por el inconsciente de centenares de pacientes, me dio su informe por escrito antes de sumirse en un colapso de angustia que días después le causó la muerte.
Al leer aquel texto completo me asusté.
Era increíble. Diría que aterroriza ver cómo los inconscientes nos controlan. Pero en ese mismo instante decidí que en mi caso la lucha no les sería fácil. Lo que está planteado es quien domina a quien, si él que sigue órdenes de la Asociación y estando adentro puede manipular mis pensamientos, o mi conciente, analista por excelencia, justo y razonable.
Se que ha empezado una batalla muy dura porque la conciencia sola no puede controlarlo todo. Obligado a reconstruir un nuevo esquema vital ya no tendré un minuto de paz, deberé analizar mejor cada acto, cada respiro de vigilia, fijar bien todo lo aprendido para que él no lo distorsione en las profundidades del cerebro.
Para esa cruzada tendré que abrir una carpeta codificada que será el depósito principal de mis imágenes laterales y las pasiones difusas, además de guardar en ella todos los contenidos reprimidos.
Conforme hablé con otro siquiatra, abriremos un nuevo inconsciente, no porque vaya a confiar en él, sino para enredarlos y hacer que entren en conflicto. En el nuevo sólo depositaré recuerdos irrelevantes y en el otro las nimiedades que ya tiene un camino de acción establecido.
El golpe mortal se lo daré prescindiendo de los sueños, de los lapsus mentales, y la raíz oculta que desenmaraña los chistes, borraré todo juego de palabras y cualquier acto fallido. No habrá más represiones ni censuras, y a partir de mañana me lanzo completo a todo, a lo que sea, cuando más, aquello que es muy grave lo dejaré con el preconciente. Según dice el informe de mi pobre amigo puedo confiar en él, porque después de una fuerte pelea con el otro se opuso a participar en la torva organización de los inconscientes.
Hago un llamado a los lectores, a todo el mundo, en especial a la gente del gobierno para que hagan lo mismo. Demos la batalla. No es posible que una persona dependa de la parte oculta y siniestra de sí mismo, donde está lo reprimido, los rencores y complejos y luego sea incapaz de dar explicación a la sociedad por los hechos absurdos y aberrantes que hemos cometido.
www.otrovagomas.com
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