La Galería Freites expone a los tres maestros en "Volver a ver"
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A los pintores Luis Alfredo López-Méndez, Tomás Golding y Virgilio Trómpiz los rodeaba la envidia. Este trío eran los más vendidos, los más buscados, los preferidos de su época. Así lo afirma el curador Perán Erminy, quien a través de la exposición Volver a ver. Tres visiones del arte, que se presenta en la Galería Freites, en Las Mercedes, busca reivindicarlos. Sí, reclamar el derecho de los tres maestros de la pintura venezolana de los años 50, 60 y 70.
"Estos tres pintores eran muy mal vistos por la crítica más exigente", asegura sin contemplación Erminy. "Los jóvenes artistas de las vanguardias veían que sus obras eran muy clásicas, muy comprometidas con el pasado. Mientras que ellos estaban creando a través del abstraccionismo. Los jóvenes con las rupturas generacionales trataban de borrar el pasado (...) La rabia que les tenían a esos pintores era por envidia: a la gente le gustaban tanto que los jóvenes pensaban que estaban equivocados. Decían que la verdadera pintura iba por otro lado. Era una negación del momento".
Incluso, el curador asegura que en algún momento se llegó a recoger firmas en contra de López-Méndez para catalogarlo como "el pintor más comercial" de la época. "La idea no es hacer una relectura, sino volver a ver a estas tres figuras emblemáticas de mediados del siglo XX. Lo que quisieran decir en su momento de creación cambió como si fuera otro cuadro. La mirada de quienes los vimos cambió, como si tuvieran otros ingredientes".
Basándose en esta premisa, en la Galería Freites se reunió una colectiva de López-Méndez, Golding y Trómpiz en la mezzanina de la institución.
El primero en aparecer es Trómpiz y sus mujeres. La riqueza de sus planos compuestos, de la textura de sus obras, las pinceladas que le regalan iluminación a las féminas se hacen presente en la exposición. "La composición que realizó Trómpiz con las mujeres es fundamental", dice Erminy.
El más cercano al paisajismo clásico, López-Méndez, es el segundo protagonista de la sala con la obras sobre las playas y los pescadores de Porlamar. "La acción de pintar en él es evidente. Es una pintura impulsiva, impetuosa; el nerviosismo y la ansiedad por la rapidez del trazo y la tela en blanco".
La ansiedad de pintar de Golding le ponen fin al recorrido de la exposición. En sus obras existe un acento sobre la pintura misma. Un virtuosismo manual que demuestra en la ejecución de sus piezas, que realizó con brocha gruesa o fina. "Más que la mata que hace importa la gestualidad, el despliegue de la realidad en todo, diferenciándose del tipo de enfoque clásico del paisaje".
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