viernes 15 de julio de 2011
De Betancourt a Hugo Chávez
L. J. Hernández en Ultrasecretos - QuintoDía
- Los discursos de ayer y los discursos de hoy
- El autobús como instrumento de convocatoria..
Si Rómulo Betancourt promovió en su frustrada revolución del 45, la liberación de los pobres, Hugo Chávez no cambió en nada la idéntica promesa.
El libro Venezuela política y petróleo, es casi sustentación de sucesivos discursos, incluidos algunos de los que hoy escuchamos en la llamada revolución o socialismo del siglo XXI.
Betancourt entregó a Gallegos, pero los golpistas militares dieron cuenta del novelista cuando irónicamente quiso cambiar el discurso y desterrar la demagogia, la historia clientelar. El buen hombre fue a parar al exilio. .
Lo ocurrido después fue el militarismo de muertes que pretendió Pérez Jiménez, enterrar con la suntuosidad de los obras. Diez años después, los civiles y militares se encargaron de Pérez Jiménez que dejó obras, pero también cuentas bancarias y maletas de dólares en una historia nada distinta a la de otros regímenes de la época. Odria en Perú, Perón en Argentina, con la misma ideología de pensar con las botas y utilizar el cerebro para el atropello y el latrocinio.
El regreso de Betancourt, tras la expulsión de Pérez Jiménez, abrió las puertas a una nueva forma de gobierno sin la exclusión y el sectarismo del trienio adeco del 45 -48.
Comenzó el discurso para el pueblo, del partido del pueblo.
Betancourt como presidente compartía su mensaje con un adversario más distante de ese pueblo: Rafael Caldera.
Con Betancourt se consolida la orientación mitinesca de la democracia, asumida después por su amigo, a veces y adversario, Rafael Caldera.
Gente movilizada para impresionar con el bulto más que con las obras siempre ofrecidas, nunca cumplidas.
Los autobuses sustituyeron los crecientes descontentos. No eran capaces, después de un periodo, de mover la gente, salvo la compra de aplausos y la rueda de los autobuses. Comenzó la política de la centralización de los mitines. .
Caracas fue la capital de la República, pero el gran estacionamiento desde el cual se pretendió impresionar al país sobre la fuerza popular de cualquier gobierno.
Hoy, 60 años después, el mismo acceso al poder en nombre de un modelo distinto parece desvanecer en la gran convocatoria. La espontaneidad de comienzos de décadas ha declinado.
No hay esa gran concentración desde los sitios de pobreza. Los mitines en Caracas, se nutren de miles de pasajeros traídos desde todos los rincones.
Los autobuses ruedan, el dinero para los aplausos también. Ahora no se muestran obras, se vende esperanza.
Ha vuelto el proceso a la centralización del mitin.
Cuando los partidos acuden a los mítines portátiles y al autobús como instrumento de convocatoria, es porque sienten su inevitable desgaste.
José Maria Lasalle, diputado del Partido Popular, advertía la imposibilidad de encontrar un discurso para el consenso social”.
En el caso venezolano el Gobierno ni la Oposición se ubican en un proyecto con pegada en las mayorías. El drama está en que el chavismo perdió el encanto y la Oposición no lo encuentra.
La desesperación los lleva a utilizar algo tan lamentable como una enfermedad para buscar dividendos en favor o en contra. No hay en política mejor propuesta que la autenticidad.
La realidad siempre se impondrá a las imágenes.
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