Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 18 de julio de 2011

A mis vecinos de la Qta."Las patronas" en el último planeta del Sistema Solar del Trigal Norte

La serenata del yo. Por Rafael Osío Cabrices

Hace unos pocos días, estaba leyendo en mi casa a eso de las once de la
mañana cuando escuché que se acercaba un reguetón a un volumen que hacía vibrar las ventanas a varios pisos de distancia. Era una pick up larga con el compartimiento de carga ocupado a la mitad por una caja negra, pero que tenía la tapa levantada a propósito para que saliera la música del equipo gigantesco que estaba guardado ahí. Un tipo, acompañado por alguien más, manejaba la camioneta con las ventanillas abiertas y un brazo por fuera. El sonido estaba dirigido al exterior, no a la cabina de la camioneta, a un volumen fuera de toda proporción incluso para los estándares de aquí, pues se sentía a más de una cuadra de distancia.

Poco después, en la madrugada de un sábado, otra persona dio varias vueltas a mi cuadra con música a todo volumen. Estaba dando una serenata, al parecer, una serenata del yo. Era tan ofensiva como la del caso anterior y de nuevo en una zona residencial, pero de madrugada, y además pasó varias veces por el mismo sitio.

Es común que los fines de semana pasen cosas como ésa. Grupos de motociclistas que un domingo en la noche hacen todo el ruido que pueden. Y pasan porque, al parecer, ninguna autoridad lo impide, como si no hubiera ordenanzas municipales contra eso, y porque los equipos de sonido que lo hacen posible se venden libremente por Venezuela. Todos los días veo gente que conduce un automóvil con las ventanas abiertas a ambos lados, aunque vaya el conductor solo, con la intención de que escuchemos su música.

En todos los casos, esas personas son hombres: no he visto nunca una mujer sola en un carro haciendo eso. Hombres que al parecer no tienen otro recurso para presentarse ante los demás, para llamar la atención, que exhibir la potencia del equipo de sonido que compraron para su carro.

Yo detesto el reguetón, la música más común en estas situaciones, pero ese no es el punto. El punto es la necesidad de plantar una identidad individual mediante el abuso, abuso que además no sólo no recibe la sanción moral o administrativa que merece, sino que incluso parecer ser aplaudido o envidiado por unos cuantos más, entre ellos, supongo, unos cuantos policías.

Somos gente muy ruidosa, la del Caribe. Pero esto va más allá de esa cultura del ruido. Es ­no alcanzo a verlo de otro modo luego de años rompiéndome la cabeza sobre esto­ una muestra de que algo muy malo ha pasado con la idea de virilidad en una sociedad como ésta. Para unos cuantos tipos, ser un hombre de verdad no es sólo ver a las mujeres como seres inferiores o considerar homosexuales a los hombres que no se comportan como ellos, sino además proyectar hacia los otros una exhibición de potencia sonora que ni siquiera viene de la voz propia, sino de algo que se compra en un taller. No basta con tener un carro, preferiblemente grande, imponente, masivo; también hay que hacer sentir su presencia a lo largo de una cuadra, o incluso más. Y la institucionalidad que no impide que eso pase, tampoco parece capaz de impedir que uno considere que, si les reclama algo, esos tipos responderán con violencia. La misma violencia que esa virilidad elemental y desesperada de compensación produce en muchos otros ámbitos de nuestra vida cotidiana.

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