Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 21 de julio de 2011

Oir a jerarcas del régimen como Rodríguez Araque a quien hay que ponerle subtítulos para entender lo que dice, me regresa a mi juventud

miércoles 5 de agosto de 2009

El hombre de Maisinicu 1973

Esta película necesita un prologo por la total desinformación de la misma. Durante toda la trama de la misma aparecen los alzados anticastristas como gente inhumana, despiadada que aterrorizaban a la población campesina y nada mas alejado de la realidad. Los alzados en su gran mayoría lo mismo en el Escambray que en otros lugares de Cuba fueron en su mayoría los mismos campesinos de esas zonas. Contra ellos se usaron todo tipo de tácticas, desde el engaño hasta desplazar a pueblos enteros fuera de la región. Para casi todos los alzados capturados solo había una vía.... el fusilamiento, así perdieron la vida muchos cubanos que combatieron en los campos de Cuba. Contra ellos tenían a decenas de miles de fuerzas castristas siguiendo sus pasos. Creando diferentes círculos en las montañas para impedir su huida, trasladando la población campesina que los alimentaba y apoyaba a otras regiones del país y penetrando sus filas con agentes de la seguridad como Alberto Delgado. Aquí los personajes de esa trama, pero los personajes reales (Gracias a Calix por su ayuda y la película):


El castrismo para poder eliminar a las guerrillas de las montañas (formadas en su gran mayoria por el propio campesinado) del Escambray removió a todos los campesinos de esas montanas y los concentro en lo que es conocido como "Pueblos Cautivos" e impidiendoles emigrar a otras zonas de Cuba.
Te invitamos a leer el siguiente articulo de Hector Maceda.

Los Pueblos Cautivos (I)

Por HECTOR MASEDA









Estas comunidades, verdaderos campos de concentración para sus constructores, fueron creadas por las autoridades cubanas con la finalidad de mantener bajo control y lejos de sus provincias de origen a los miles de campesinos colaboradores del movimiento armado guerrillero que surgió entre los años 1960-65, en el macizo montañoso del Escambray, en la antigua provincia Las Villas. El destierro de estas personas y sus familiares comenzó en 1970 y no se detuvo hasta 1985 con el traslado del último núcleo campesino que vivió en aquella región central del país.

Fredesvinda Hernández Méndez (Fredes), natural de Los Quemados, municipio de Manicaragua, fue una de las víctimas de los pueblos cautivos, no sólo por su religión -es Testigo de Jehová- sino por haberse casado con el hijo de un colaborador de los insurgentes en aquellas zona montañosa. Su suegro, Heriberto Hernández Quesada, poseía una finca cafetalera ubicada en las estribaciones de la sierra, en Güinía de Miranda.


"A mi suegro -señala Fredes- la policía política del gobierno (el DSE ó G-2) lo tenía clasificado como colaborador de la guerrilla que operó en la localidad entre los años 1960-63. Les brindaba alimentos y les permitía dormir en sus tierras. Otro tanto había hecho con las tropas de Castro. En varias ocasiones fue detenido por el DSE, sometido a interrogatorio y acusado de enemigo de la revolución".


























Seis años después de haberse liquidado el último foco guerrillero, el 15 de diciembre de 1971, la policía política citó a Heriberto junto a cientos de campesinos que, como él, habían apoyado a los grupos armados opuestos al régimen. La intención del gobierno era limpiar los alrededores del lomerío central del país de elementos que en el futuro pudiesen apoyar otra acción armada contra el régimen de Fidel Castro.


"De manera que vecinos de Trinidad, Fomento, Güinía, La Moza, Manicaragua, Cumanayagua, Barajagua, El Nicho y Jibacoa -nos dice Fredes- se vieron envueltos en la operación de limpieza donde ellos eran como la basura que debía eliminarse. Entre los citados se encontraban algunos ex guerrilleros que nunca fueron identificados como tales. Los oficiales se reunieron con ellos en el estadio deportivo de Ciudad Santa Clara. El discurso fue breve y directo: 'Los vamos a trasladar hacia otras provincias por ser ustedes personas desafectas a la revolución. Todos apoyaron la contrarrevolución en el Escambray, ustedes no merecen ni el aire que respiran. Jamás podrán regresar a la provincia. Lo que ustedes van a sufrir a partir de este momento, lo sufrirán sus hijos y nietos, los hijos de sus nietos...' De inmediato, los montaron en un tren cuyos vagones habían sido convertidos en pequeñas prisiones móviles y bajo fuerte custodia militar hacia sus nuevo destino: los pueblos cautivos que construirían, en su calidad de desterrados y prisioneros. Obligados estarían a trabajar entre diez y doce horas diarias, sin tener las menores condiciones de vida, pobre alimentación, malos tratos de los guardias, castigos, golpes, falta de atención médica, ningún contacto con la familia".

El viaje -según recuerda Fredes- duró 36 horas, no comieron nada durante el trayecto. Unos llegaron a la localidad de lo que sería el futuro pueblo cautivo Sandino, en el municipio de igual nombre; otros para Briones Montoto, en el municipio Pinar del Río; un tercer grupo pasó para Ramón López Peña, en el municipío San Cristóbal, todos en la más occidental del país. A los demás los enviaron para Miraflores, en la provincia Camagüey. Los viajes se sucedieron unos tras otros hasta que no quedó ni un campesino sin ser desplazado de su lugar de origen.

Los familiares se enterarían de estos hechos meses después de ocurridos, aunque comenzaron a padecer sus efectos desde el primer momento. Al respecto, Fredes expresó: "Al cabo de dos o tres meses supimos oficialmente de mi suegro, pero al día siguiente del traslado vinieron funcionarios del gobierno a las demás fincas implicadas y nos expropiaron todos los bienes: tierras, equipos, cosechas, animales, cuentas bancarias. A muchos los expulsaron de sus casas sin importarles qué sería de ellos a partir de ese momento. La mayoría de estas familias fueron recogidas por amigos o familiares. La mía tuvo suerte. La dejaron en la vivienda. El Estado cubano nunca se ocupó de las mujeres, niños y ancianos que desalojaron. No se domina la cifra exacta de las familias que fuimos arrastradas a esta vorágine de intolerancia gubernamental. En realidad, no se publicaron las cifras oficiales pero se calcula entre 2,500 y tres mil los campesinos que fueron desterrados y llevados para estos cuatro pueblos cautivos. De manera que las víctimas totales de este holocausto pudiera ascender a diez mil cubanos, en cifras redondas".

Los desterrados demoraron un promedio de dos años y medio en construir las primeras viviendas. A partir de 1973 comenzaron las mudadas de las primeras familias. Los últimos lo harían en 1985. Los pormenores de estos movimientos serán temas a tratar en la segunda parte de este artículo.

A Fredesvinda, conocida por Fredes, le correspondió su traslado en enero de 1977. Ella no pudo concebir en aquel momento las penurias que tendría que soportar y los obstáculos que debería superar, no sólo ella sino también su hija menor que le acompañó en esta nueva aventura impuesta por el régimen de Castro.


Y sigue el articulo de Maceda:

Los Pueblos Cautivos (II)

Por HECTOR MASEDA

El destierro organizado por las autoridades cubanas de los campesinos del Escambray, que entre los años 1960-65 apoyaron a los grupos insurgentes anticastristas, también lo sufrieron sus familiares debido a la intolerancia característica de este régimen totalitario.

Fredesvinda Hernández Méndez (Fredes) nos refiere sus recuerdos y sufrimientos de aquellos días que tantas veces ha querido olvidar, y no lo logra.

El traslado hacia los nuevos pueblos cautivos de los familiares que componían el núcleo de los desterrados, obedeció a una selección hecha por el gobierno de Castro, que llevó a cabo su policía política (DSE o G-2).


Al respecto, Fredes señala: "Una mañana se presentaban a la puerta de tu casa varios militares, y sin preámbulo te decían que ya teníamos otra vivienda asignada en tal lugar, que el día de salida era más cuál y que debíamos presentarnos es esa dirección. Agregaban que no teníamos que llevar nada porque los inmuebles estaban amueblados, pero esto era mentira pues los apartamentos se encontraban vacíos y los oficiales lo sabían. Algunas familias le dieron crédito y al llegar a su destino se percataron del error. Mi familia no creyó en ellos y llevamos las pertenencias".

Sin aún haber dejado los parientes sus antiguos domicilios, los inmuebles eran ocupados por personas identificadas con el gobierno, quienes disponían de todo lo que encontraran en su interior en usufructo gratuito.


Sobre este aspecto, Fredes recuerda: "Los que fuimos desterrados tuvimos que pagar alquiler por los nuevos apartamentos que durante dos años y más construyeron nuestros jefes de núcleo en condiciones infrahumanas, a pesar de que las propiedades que nos habían sido confiscadas, sin remuneración, poseían un valor varias veces superior al costo de las viviendas asignadas en lugares tan apartados".

A Fredes le tocó mudarse el 21 de enero de 1977 para el pueblo cautivo Ramón López Peña, en el municipio San Cristóbal de la provincia Pinar del Río. "Para mí el traslado fue muy duro", recuerda. "Tenía 20 años de edad, una niña de dos años y estaba embarazada de la segunda. Mi esposo no me pudo acompañar en el viaje porque su hermana (diabética, sorda y afectada por la poliomielitis desde pequeña) había sufrido una herida en el pie, se le complicó con gangrena y hubo que amputárselo. Estaba hospitalizada en estado grave. Mi marido se quedó apoyando a su mamá. En resumen, el movimiento lo realizamos mi cuñado, la niña y yo".

"La primera etapa -precisa Fredes- fue en camiones desde Güinía de Miranda hasta los llanos de Jibacoa, en el Escambray. Otras familias salieron de los diferentes municipios. Los locales donde nos albergaron no tenían condiciones para albergar personas mayores con niños. Hombres y mujeres juntos, sin privacidad, literas estrechas, de tablas, muchas sin colchonetas. Mi hijita y yo no cabíamos juntas en una de ellas. Yo no pude dormir esa noche por temor a que se cayera la niña. Los guardias le dieron leche a los pequeños y algo de comer a los adultos. Al otro día, de nuevo los camiones hasta Manicaragua. Fuimos a parar a El Ranchón. Las condiciones allí empeoraron. No había dónde acostarse. Nos dejaron sin comer. Tampoco le dieron leche a los menores. Al oscurecer, otra vez los camiones hasta Santa Clara. En esta ciudad pasamos la noche sin dormir, comidos por los mosquitos, con mucho frío y golpeados por lloviznas intermitentes. Nos tiraron en unos solares próximos a la estación del ferrocarril. No hubo ningún tipo de consideración, a pesar de que el grueso éramos mujeres, ancianos y niños. La mayoría de nuestros hombres desde 1971-72 estaban presos en diferentes regiones de la provincia pinareña.

Fredes, con la angustia reflejada en su rostro por los recuerdos, continúa la historia: "Al día siguiente nos montaron en el tren. El mismo que años antes había llevado a nuestros padres, esposos y hermanos. Eran las pequeñas cárceles móviles y el mismo rigor. Nos acompañaban ocho guardias armados en cada vagón, con fusiles y bayonetas. Cualquier movimiento debía ser autorizado por ellos. Nuestros hijos lloraban asustados y por el hambre. ¡Al fin les dieron leche y compota! A los adultos naranjas. Ellos (los militares) sabían que llevábamos 48 horas casi sin comer; el viaje en tren duró otras 35 horas. A nadie le dieron alimentos sólidos. ¡Ni siquiera a las mujeres embarazadas ni a los menores!"

En ese tren iban personas para los pueblos cautivos López Peña, Briones Montoto y Sandino. "En la medida en que llegábamos al final del trayecto, el convoy dejaba los coches y continuaba su viaje hasta la próxima parada y así, hasta llegar a la última".

La mujer agrega: "El traslado de las pertenencias fue otra odisea. No sabíamos por qué vía venían. Después nos enteramos que los habían mandado por un tren de carga. Teníamos que seleccionar cuáles eran las nuestras en aquella locura de cachibaches. Ningún guardia nos ayudó en la operación. Algunos expresaron que ése no era su problema. Fuimos las mujeres, los ancianos, los niños y los pocos hombres que nos acompañaban, ayudados por los desterrados que acudieron a recibirnos, quienes movimos las cosas en carretas tiradas por bueyes a través de caminos irregulares. Los muebles se desajustaron, los cristales se rompieron, las ropas se llenaron de polvo o se ensuciaron al caer en el fango y en la tierra".
















Desplazamientos como éste se contaron por docenas hasta mediados de 1985 en que se realizó el último. Fredes fuerza su memoria y nos dice: "Las personas que fuimos trasladadas de esta manera sumamos docenas de miles. En López Peña sólo, hay una población actual de aproximadamente diez mil personas entre colaboradores de los grupos insurgentes en el macizo de Trinidad, sospechosos de colaborar y familiares de éstos, además de unos cuantos núcleos de familias que constituyen la red de informantes permanentes del gobierno que siguen nuestros pasos. Los otros tres pueblos cautivos deben tener poblaciones y status similares".

"Cuando llegamos al lugar -concluye Fredes- nos dimos cuenta de que sólo existían los edificios de viviendas. No había calles pavimentadas, ni aceras, ni áreas verdes, ni parques, ni círculos infantiles (guarderías), ni escuelas para nuestros hijos, ni centros de recreación. Apenas una tienda de comestibles, otra de ropa, una placita de viandas y hortalizas, la barbería-peluquería y la posta médica. Las autoridades consideraban que era suficiente para atender a diez mil personas. Con el paso de los años habilitaron tres casitas como escuelas primarias. Más tarde, al darle casa a los últimos presos, convirtieron el albergue donde vivían en escuela primaria. Los adolescentes que asistían a la secundaria básica debían dirigirse hasta el pueblo de San Cristóbal, ubicado a ocho o diez kilómetros de distancia, la mayoría de las veces a pie, por no tener transporte en el cual trasladarse".










Cuando Fredesvinda Hernández Méndez llegó a López Peña ya había allí unas 300 familias. Hoy esa cifra se eleva a 2,500 núcleos. Con el tiempo transcurrido pensó que su situación iría mejorando y que los odios de las partes en conflicto quedarían en el pasado, pero la frase que los oficiales castristas le dijeron a su suegro y demás presos políticos desterrados cuando los concentraron en la ciudad de Santa Clara, el 15 de diciembre de 1971, no fue dicha para que se olvidara. En realidad formaba y forma parte del tratamiento sociopolítico y económico que el gobierno de Fidel Castro le tiene reservado a todo aquél que, de alguna manera, se le opone.




De Enrique G. Encinosa en "Escambray: La Guerra Olvidada" :

EL HOMBRE DE MAISINICU Y LA ETAPA FINAL DEL ESCAMBRAY


Incapaces de poder derrotar a las guerrillas utilizando solamente
unidades militares, los comunistas intentaron infiltrarse en las guerrillas. El más connotado y conocido de estos infiltrados fue Alberto Delgado Delgado, al cual se le caracterizó como un héroe en una película propagandista producida en 1973 en Cuba, llamada El Hombre de Maisinicú.

Alberto Delgado fue soldado del Ejército Rebelde y sargento de milicias en la zona de Morón. Licenciado por aparentes problemas nerviosos, fue reclutado por el Ministerio del Interior con la específica misión de infiltrarse en las filas de los alzados. Delgado, un individuo de bigote fino, baja estatura y personalidad cínica, se mudó para Las Villas, para administrar la finca Maisinicú. Desde el momento en que comenzó su trabajo, ofreció empleo en la finca a varios colaboradores de los alzados, ganandose así su simpatía. Poco tiempo después. Delgado se covertiría en un aparente colaborador de las guerrillas proporcionándoles medicinas, botas y comida Así fue ganándose la amistad y confianza de algunos de los hombres claves en la línea de suministros, llegando a proponerles la fuga de Cuba de algunos alzados, asegurándoles que él tenía a su disposición los contactos para llevar a cabo la salida clandestina de estos hombres.










Para principios de 1964, la situación de los grupos guerrilleros era desoladora. Centenares de alzados habían muerto en combate y o habían sido encarcelados y condenados a penas de hasta treinta años, las lineas de suministros estaban casi destruídas. Debido al racionamiento impuesto por el régimen, los bienes de consumo para avituallar a las guerrillas se hacían imposibles de obtener. Sin balas y sin comida, los pocos guerrilleros que lograron sobrevivir, se encontraban en una situación desesperada.

Una oportunidad para escapar al exilio, por riesgosa que fuera, era una baraja que bien merecía la pena jugarse, y fue también la oportunidad de Alberto Delgado y Delgado para entrar de lleno en su misión por encargo del Ministerio de Interior. El primer grupo que intentó salir de Cuba por la vía establecida por Delgado fue la guerrilla de Maro Borges. Maro, con su pecho marcado por la horrenda cicatriz, llevaba cuatro años alzado en los montes de Las Villas. Delgado le había dicho que si podían llegar hasta Morón, un contacto los llevaría hasta un cayo cerca de Camagüey, desde donde los alzados serían recogidos por una lancha norteamericana. Maro, el propio Delgado y quince guerrilleros mas, comenzaron la larga caminata, moviéndose de noche para no ser detectados.

Amador Acosta, uno de los sobrevivientes de la guerra campesina, era capitán en la guerrilla de Maro en aquel momento. Su versión de lo sucedido es muy diferente a la de la trama en la película castrista.

Acosta nos dijo: «Cerca de Jatibonico nos encontramos con un muchacho, y lo tomamos prisionero. Delgado quería matarlo, para así implicarnos a todos en un asesinato. Nosotros estábamos opuestos pues el muchacho aparentaba estar de nuestra parte. Delgado le empezó a dar cranque a Raúl Morel, el segundo de Maro, para que matara al muchacho. Raúl y su familia habían sufrido mucho, y no había que darle mucha cuerda. Delgado se dió cuenta de este detalle y le insistió a Raúl para que hiciéramos algo con el muchacho. Yo, dirigiéndome a Delgado, le dije: -'Mire, si aquí tenemos que matar a uno o a cien hombres, lo hacemos y se acabó. Pero esto, no es un asunto de usted. No se meta'. Pero Delgado me ignoró, y siguió jodiendo con el asunto. Yo rastrillé el Garand y le apuntándole al pecho, le dije: -'Si lo que tú quieres es ver a un muerto, entonces ponte espejuelos, que el muerto vas a ser tú.- Entonces se calmó y al muchacho lo dejamos que se fuera.»
Al llegar a las cercanías de Morón, Alberto Delgado fue al pueblo a coordinar contactos. Aunque en la película mencionan al Teniente Candelario Rubiel como el alzado que lo acompañó al pueblo, el guerrillero fue realmente Amador Acosta, vestido de civil y armado de una pistola. En la ciudad de Morón, ambos hombres se entrevistaron con Sánchez, el misterioso contacto clandestino de Delgado, quien era en realidad un agente de Seguridad del Estado. Sánchez les prometió un camión para trasladar a los alzados de Morón a Punta Alegre, desde donde serian transportados en el bote de un pescador, a un islote .

El cuatro de febrero de 1964, la guerrilla de Maro Borges fue recogida en un cayo por un barco pintado de blanco, con tripulantes rubios_ que hablaban inglés. Confiados en que estaban a salvo, los guerrilleros comieron emparedados y tomaron las cervezas que estos aparentes tripulantes norteamericanos les ofrecían. Inocentemente, entregaron las armas y se les dijo que bajaran al pañol del barco para recibir un exámen médico. Uno a uno, estos hombres fueron atacados por los agentes de Seguridad del Estado, que se encontraban allí escondidos. El viaje que esperaban concluyera en Miami, sólo los llevó a una celda en Villa Marista donde se encuentran las oficinas de Seguridad del Estado en la Habana.

Mientras esto sucedía, Delgado, de regreso al Escambray, comenzó a preparar otra trampa, esta vez para el Comandante Julio Emilio Carretero. En los preparativos para su fuga, y como ignoraba la suerte corrida por Maro Borges y su grupo, Carretero acordó que llegando a Miami, le enviaría un mensaje a su Lugarteniente José Cheito León. Carretero se proponía utilizar la onda de Radio Swam, en el programa del periodista Luis Conte Agüero. La clave sería transmitida por tres días consecutivos, garantizándole a Cheito León que la ruta vía-Delgado era segura. Al oir esto, Delgado no se inmutó. El infiltrado sabía que la Seguridad del Estado podía interferir las transmisiónes de Conte Agüero y sobreponer otras transmisiónes con la clave adecuada. Lo que Delgado no sabía, era que uno de los guerrilleros de Carretero había establecido una segunda clave privada entre él y un familiar en Trinidad. La segunda clave, una llamada de teléfono desde Miami, indicaría que la ruta era segura. Ese mensaje teléfonico que nunca llegó seria el principio del fin para Alberto Delgado.

El 9 de marzo de 1964, Carretero cayó en la trampa castrista con catorce de sus hombres y Zoila Aguila, La Niña de Placetas, la única mujer que dirigió una guerrilla en combate.

El balance siniestro de la misión del infiltrado castrista Alberto Delgado y Delgado, conocido como El Hombre de Maisinicú fue el siguiente: más de treinta guerrilleros fueron llevados a juicio en La Habana, dieciocho hombres -entre ellos Amador Acosta, y una mujer, Zoila Aguila Almeida (La Niña de Placetas)-, fueron sentenciados a largas condenas carcelarias, doce hombres incluyendo a los Comandantes Maro Borges y Julio Emilio Carretero, fueron condenados a morir fusilados. En el breve juicio, Maro declaró sus sentimientos hacia el sistema en una forma burda, pero muy clara: «¡Yo me cago en la Revolución y me limpio el culo con Fidel Castro!» dijo el jefe guerrillero.

El 22 de junio de 1964, en los fosos de la Fortaleza de La Cabaña, doce hombres se encararon al paredón de fusilamiento: Maro Borges, Irenio Borges, Raúl Morel, Macho Jiménez, Andrés Oramas, Toniás García Valle, Julio Emilio Carretero, Cuco Cedeño, Blas Ortega, Valentín Hernández, Manolo Munsó La Guardia y Benito Rodríguez Pedraja. Parados juntos, en la oscuridad de la noche, iluminados por la luz blanca de reflectores, los doce hombres cantaron el Himno Nacional mientras los rifles FAL disparaban, y los plomos destrozaban sus cuerpos.












Mientras tanto, en el Escambray, Cheíto León esperaba el mensaje radial. La primera clave fue dada, pero la segunda clave, la llamada telefónica, la que El Hombre de Maisinicú desconocía, nunca llegó. Cheito, desconfiado como todo buen alzado, comenzó a tener dudas de Alberto Delgado.

El Comandante José Cheíto León Jiménez, que había asumido el mando de los pocos grupos que aún quedaban en el Escambray, se había ganado sus galones --al igual que todos los otros jefes guerrilleros- por sus méritos. Era un hombre joven, de 26 años, fuerte y afable, Cheíto había sido educado en Trinidad. Estaba trabajando como camionero, cuando decidió alzarse para combatir al comunismo. Él y su hermano Berardo habían reclutado diecinueve hombres de la zona, que se irían con ellos dos. Conscientes de que carecían de armamento y de experiencia militar, los veinte y un hombres se enlistaron en u
n batallón de milicia. Después de varias semanas de entrenamiento básico, los nuevos reclutas desertaron en abril de 1961 y se alzaron, llevándose con ellos los rifles checos M52. Con tres años de experiencia en el combate, Cheíto León era, a pesar de su juventud, un veterano curtido en docenas de encuentros contra fuerzas siempre superiores.












Con la sospecha escondida en lo más profundo de su pensamiento, Cheíto León se reunió con Alberto Delgado a la orilla de
un río próximo a la finca Maisinicu. Delgado, cínicamente había mandado a matar a una res de la finca para festejar el viaje de la gruerrilla a Miami. Cheíto fingiéndole amistad, celebró junto a él, hasta que no pudo contenerse más, confrontó al traidor. En la panfletaria película castrista, Delgado murió valientemente y desafiante. Pero en la realidad -contado por los sobrevivientes- no fue así. Al ser emplazado por Cheito León, Delgado le negó repetidamente ser agente castrista. Después, llorando, declaró que había sido obligado a ayudar a la Seguridad del Estado cuando él había sido descubierto conspirando. En sus últimos momentos le pidió clemencia, aludiendo que él era un padre de familia. Cheíto León ignoró los gritos del traidor, también Carretero era un padre de familia y Delgado los había entregado miserablemente. Alberto Delgado fue ajusticiado. Al día siguiente su cuerpo colgado de una guásima, fue descubierto por campesinos de la zona.

Una vez desenmascarada la infiltración de Delgado, la Seguridad del Estado lanzó una redada, arrestando a toda persona que había tenido contacto con El Hombre de Maisinicú. Dos empleados de la finca -- Varela y Pepe Yoyo----, fueron fusilados, Siripio Hernández, otro empleado fue condenado al presidio político. Dos cuñados de Alberto Delgado, José y Alberto Nodal, recibieron condenas carcelarias por haber estado involucrado
s en la línea de suministros a los alzados.














El LCB continuó arremetiendo contra los alzados, tratando de ubicar a las bandas guerrilleras, para eliminarlas una a una. La guerrilla de Rubén Cordobés fue atrapada en un potrero, donde murieron cuatro alzados, combatiendo contra los cazadores. Pedro González, el jefe guerrillero al cual se le atribuían las muertes de dos docenas de milicianos, cayó en combate en el Cerco La Barca. A Cheíto León lo cercaron al norte de Trinidad, en un fuerte combate, en el que murieron hombres de ambos bandos, Cheíto León fue alcanzado por dos balas. Herido, Cheíto se arrastró hasta un matorral. Allí, cuando lo iban a capturar mató a dos milicianos con su última granada, inmolándose con ellos. Así murió el cuarto y último de los jefes guerrilleros del Escambray.

Aún quedaban dispersos algunos grupos en el Escambray. El más numeroso de estos grupos era dirigido por Blas Tardío, quien se había alzado en 1960. Tardío, un hombre de inmenso valor, era una leyenda viviente en el Escambray. Con su fama de bravo guerrero, logró en un día romper nueve cercos. En otra ocasión, que fue herido en una pierna, él mismo se sacó la bala y se cosió su herida, cauterizándola con un machete al rojo vivo. Blas Tardío Hernández fue capturado en 1965, en combate. Posteriormente fue fusilado. El era el quinto de los hermanos Tardío en morir peleando por la libertad de Cuba. El primero fue Lupe que murió en combate en 1961. Benlarnín que fue fusilado en 1963. Blas fue también fusilado en 1965. Poco después Camilo fue fusilado y Toto que se suicidó en el presidio. Sólo Genaro sobrevivió, pero cumplió años en el presidio político. La muerte de Blas Tardío selló el final de la lucha en el Escambray.

Durante los últimos meses del año de 1965 y durante todo el año de 1966, el LCB utilizando todos los recursos de la dictadura, fue ubicando y cazando a los últimos rezagados de las guerrillas. Luis Vargas, que se había alzado en 1960 y que fue el guerrillero que más tiempo se mantuvo en las lomas, fue capturado el día primero de diciembre de 1965 y fusilado posteriormente. El último guerrillero. José Rebozo Febles, fue atrapado en una cueva y capturado el primero de octubre de 1966. A Rebozo lo condenaron a treinta años de presidio político.











Después de ochenta meses de combate, la gesta heróica del Escambray había concluido. Fue una derrota física para los combatientes de la libertad, pero una victoria moral para un pueblo, que a través de tres décadas aún combate por sus derechos.

La guerra campesina tuvo sus detalles históricos que no concluyeron en 1966 con la captura del ultimo guerrillero. En 1968 y 1970 hubo infiltracic es de hombres del exilio en tres desembarcos, enfrentandose estos nuevos guerrilleros en combates con las fuerza del régimen, en los cuales murieron hombres de ambos lados. Figuras como Amancio Mosqueda, Vicente Méndez y José Rodríguez Pérez entraron verticalmente en la historia contemporanea de Cuba.

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