Julio César Pineda || Después de Palestina el Estado kurdo
A propósito de la Copa América
jcpineda01@gmail.com; @jcesarpineda
A propósito de la fiebre del fútbol que vivió América Latina y especialmente Venezuela en la reciente Copa América, es oportuno hacer algunos comentarios sobre la diplomacia y el fútbol.
En el fútbol se ha dado la evolución del juego de la pelota donde la inteligencia está en el pie, de lo sagrado se pasó a lo profano, de lo aristocrático a lo popular. En el fútbol se mezclan la emoción y la razón, la prudencia y la audacia, lo apolíneo y lo dionisíaco, las emociones contenidas y desbordadas, como el sentido trágico de la victoria y la derrota. Siempre con la rigidez de los reglamentos, con reglas claras y arbitrajes transparentes.
Los campos de fútbol son las grandes catedrales modernas con el espectáculo multicultural y casi religioso. Los medios de comunicación más allá de las jugadas permiten establecer un diálogo entre culturas y civilizaciones donde la confrontación no produce víctimas ni daños materiales propios de conflictos y guerras, aunque por el fútbol se recordará siempre la guerra entre Honduras y El Salvador en 1969 cuando recurrieron a las armas después de un partido de clasificación para la Copa del Mundo.
En los estadios el público manifiesta toda su emoción, incluso con su silencio. El telespectador retorna a la soledad en su concentración a pesar de estar con otros, mientras que en el campo los días de la competencia espectadores y jugadores viven la verdadera sensación del encuentro en la cadena de goles que van tejiendo los distintos triunfos y derrotas.
La televisión le ha dado dimensión universal al fútbol. Este deporte es el mayor patrimonio cultural de la humanidad donde la diversidad de pueblos y culturas converge en la unidad del género humano, es de todos y de cada uno, pero cada equipo y cada región tiene su estilo: el fútbol europeo más colectivo, más racional el latinoamericano y el africano más individual y emocional, se dice que los brasileños bailan y acarician el balón, mientras que los asiáticos lo golpean con técnicas marciales y los europeos con escuadras mecánicas.
En el fútbol se reconoce y aprecia el arte como encarnación de la cultura, por eso en el siglo XXI se ha constituido en el deporte por excelencia. Con palabras de Friedrich Nietzsche se puede decir que en el fútbol se mezclan lo apolíneo y lo dionisíaco de la sociedad, jugadores y espectadores aprecian lo estructural de los movimientos y las formas, pero también el sentido de la emoción y de la energía desbordada. Es una verdadera metáfora de la vida del comienzo y del fin, de la razón y la emoción, de la fuerza y la inteligencia. En él se da el eterno dilema del vencedor y el vencido en el permanente equilibrio de la solidaridad y la agresividad. Este deporte exige todas las cualidades humanas: lo físico y lo intelectual con la fuerza desbordada pero también controlada en estrategias y tácticas, la motivación y la moral en el aspecto psicológico del deporte pero también la técnica y la habilidad sin dejar de lado el azar y la suerte.
En el fútbol encontramos mucho de la diplomacia y las relaciones internacionales, importante el prestigio de los grandes equipos y el desarrollo de los países a que pertenecen. La diplomacia del siglo XXI dejó atrás el viejo sistema de alianzas y coaliciones con base en el poder, hoy el imperativo internacional es la cooperación y la negociación. En el fútbol, y así lo hemos visto en la reciente Copa América, todo tiene solución porque hay reglas claras y árbitros, al margen de situaciones coyunturales como el último partido entre Paraguay y Venezuela, donde además de la superioridad de Venezuela, la suerte de los penaltis le permitió a Paraguay llegar al final de la Copa. Esta historia del fútbol se inició en 1863 en Inglaterra como deporte y como disciplina.
En las diferentes copas, regionales o mundiales de fútbol, más allá de lo deportivo ese deporte está ligado a la política y a la diplomacia.
La Copa del Mundo, más allá de lo deportivo, está vinculada a la economía, a lo político. El analista internacional y especialista en asuntos estratégicos Pascal Boniface en su reciente libro "Footbool et Mondialisation" desarrolla la tesis de la geopolítica del fútbol. Señala que el fútbol ya no es un juego sino un tipo de guerra que aviva los sentimientos más básicos. En este deporte, las banderas ondeando, los himnos nacionales, los cantos colectivos, refuerzan la percepción de una guerra por otros medios.
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